Son sensibles, curiosos y trasmiten una ternura capaz de encandilar a niños y adultos. Roco, Jane, Yonas y Lola son algunos de sus nombres. Cada uno de ellos, con su historia y necesidades particulares, pero todos dispuestos a dar y recibir cariño. Desde 2008, el pueblo de Arobes, en el concejo de Parres, acoge un lugar donde todos los animales, sin importar su edad o condición, son los principales protagonistas. Su nombre es El Paraíso del Burro, una idea de la holandesa Marleen Verhoef quien, movida por su amor a la naturaleza, se empeñó en levantar este refugio. “Lo que más me gustó de Asturias fueron sus paisajes. Vengo de un país donde la tierra está completamente transformada por el hombre. Llegar aquí y contemplar las montañas de Picos de Europa fue una experiencia que me marcó”, explica esta profesora agrícola jubilada. Tal es así, que no dudó en invertir todo lo que había ahorrado para mudarse a Arobes y dar forma a sus sueños.
Voluntariado
Su esfuerzo y dedicación a la causa fue sumando apoyos y, en trece años de existencia, se cuentan por decenas los voluntarios llegados de todo el mundo para aportar su granito de arena a cambio de comida y alojamiento. Ejemplo de ello es el peruano Antonio Raunelli, encargado de recibirnos y guiarnos por sus ocho hectáreas trufadas de manzanos. “Trabajaba en una fundación británica que envía voluntarios universitarios a Perú. Sin embargo, con la pandemia el proyecto quedó congelado, así que fui a hacer la segunda parte de la ruta de la plata. Cuando decretaron el confinamiento, justo llegué a Santiago de Compostela y me acogió una familia. Sentí la necesidad de buscar un sitio donde poder moverme y hacer algo. Entonces, fue cuando descubrí El Paraíso del Burro y ya llevo casi un año. Es una experiencia muy linda. Limpiamos establos, arreglamos cascos y aprendemos muchas cosas sobre los burros. Ya tengo una relación con ellos y me encanta darles de comer”.
Actualmente, son nueve los voluntarios, llegados de países como Polonia, Italia y República Checa, quienes ayudan a Marleen en el cuidado y mantenimiento de los pollinos.
“Yo llamo a Marleen ‘la madre Teresa de los burros’ porque ella se ha sacado la comida de la boca para dársela a ellos”, explica Raunelli. “Comenzó esto por su cuenta y ha invertido todos sus ahorros aquí, en vez de gastarlo en viajar por el mundo”. Uno de los motivos que movieron a la holandesa fue proporcionar un lugar idóneo a unos animales que se han utilizado para las tareas del campo y que, por una u otra razón, terminaron abandonados u olvidados esperando una segunda oportunidad. Según Raunelli, “para Marleen, los burros tenían caras muy tristes y decidió dedicarles su retiro. Al principio, cuando llegó a Asturias, la gente decía que estaba loca. Se extrañaban de que quisiese tener burros y no vacas. Luego, se corrió el rumor de que era una millonaria excéntrica”, añade. Los comienzos no fueron fáciles. Para el peruano, “en los primeros años, cuando se hacían jornadas de puertas abiertas, venía muy poca gente. Sin embargo, ahora se nota un cambio general de conciencia y de cuidado y respeto a los animales. Este país tampoco era uno de los más avanzados en ese aspecto, pero sí que ha mejorado notablemente”. Esto se traduce en que cada vez son más los interesados en conocer la labor desarrollada en esta localidad parraguesa. “Ahora, ya no necesitamos hacer jornadas de puertas abiertas porque todos los días tenemos gente que nos viene a visitar y que se interesa por el proyecto. La entrada es completamente gratis. Marleen ha queridoque sea lo más abierto posible hacia la gente. Los burros son animales muy sensibles y tienen muy buena relación con los niños. Con ellos son muy delicados y miden muy bien su fuerza”, explica.
Entre los 28 burros que habitan en Arobes junto a gatos, caballos y hasta una simpática cerdalí, podemos encontrar a Roco. Según Raunelli, “su destino era transformarse en burrín con patatines. Fue incluido en una rifa en una cafetería de Oviedo. Una señora compró todos los boletos para quedárselo pero, luego, no supo qué hacer con él, así que lo trajo para aquí. Llegó con tres meses y ya tiene más de tres años. Es muy inteligente. Se para en las patas traseras para alcanzar las manzanas de los árboles”, añade. El destino de otra de las burras acogidas era ser comida para osos. “Una asociación la dejó en un parque natural para que los osos se la comiesen. Por suerte, pudoescapar y una familia avisó a Marleen para que la rescatase”, detalla el voluntario. El caso de Kai, otro de los asnos acogidos, suele ser muy común en los últimos años. “Estaba muy bien cuidado, pero su dueño falleció y no tenía a nadie que pudiera mantenerlo”, comenta Raunelli.
Falsos mitos
El cuidado de los burros, sobre todo, de los de más edad, requiere de una serie de pautas, al contrario de lo que se pueda creer. Según el voluntario, “hay muchos mitos acerca de su mantenimiento y alimentación. Mucha gente piensa que, para tener un burro, solo hace falta un prado para que paste, pero no es así. La hierba verde en exceso les sienta mal porque tiene mucha azúcar y su organismo no lo puede procesar, por lo que un cólico puede ser mortal para el animal. La base de su dieta consiste en hierba seca o paja”, añade. Otro de los factores a tener en cuenta para el bienestar de los burros es el mantenimiento de sus cascos y dentaduras. Según Raunelli, “nos esmeramos tanto en su cuidado que, si un burro vive 25 años de media, aquí tuvimos alguno que llegó hasta los 38, una edad que sería de cien años para un humano. Por ejemplo, está Kai, que ya no tiene dientes y tiene que comer un pienso especial. Marleen se lo deja remojando para que pueda comerlo. No sabemos qué edad tiene exactamente. Calculamos que más de 30 años”, remarca.
Crowdfounding para construir un pozo
Una de las necesidades vitales de los pollinos es que tengan agua suficiente. Cada uno de ellos puede llegar a consumir unos 25 litros de agua al día. El problema radica en que la instalación actual es antigua y urge renovarla. “Hemos llegado a quedarnos sin agua y tuvimos que ir a buscarla a un área recreativa cercana”. Para solucionar el problema, idearon una campaña de crowdfounding que ha tenido muy buena acogida, a falta de un último empujón. “Marleen es quien corre con la mayor parte de los gastos, pero hay veces que es imposible cubrirlos todos. Ante el problema con el agua, tenemos un proyecto para construir un pozo, que cuesta unos 8.500 euros. Gracias a esta campaña de micromecenazgo, nos quedan 400 euros para alcanzar nuestro objetivo. Necesitamos llegar a más gente, además de la que ya nos conoce, para poder hacer frente a todos los gastos que van surgiendo”.
Apadrinamiento y adopción
Otra de las iniciativas emprendidas es el apadrinamiento. “Hay un interés creciente y supone un apoyo económico importante pero, lo más relevante es la relación que se establece entre padrino y apadrinado. Viene a ver a su burro, le dan de comer, lo sacan de paseo… Se forma un vínculo muy fuerte”, explica Antonio Raunelli, quien destaca la adopción como otra alternativa para apoyar al Paraíso del Burro. “Nuestra idea es poner en adopción a los burros más jóvenes para que, quienes se hagan cargo de ellos, no tengan que estar pendientes de darles un pienso y una dieta especial”. Uno de los requisitos para acoger es que se haga siempre de dos en dos. “Los burros son muy sociables y necesitan la compañía de otros burros. De esta forma, su adaptación será más fácil”, comenta Raunelli. La colaboración con otras organizaciones similares es otro pilar para el buen funcionamiento del refugio de Arobes. “Tenemos relación con varias asociaciones como el Donkey Sanctuary, en Extremadura. Compartimos conocimientos y nos echamos una mano a la hora de poner los burros en adopción. Tenemos una colaboración permanente con diferentes organizaciones y personas interesadas, lo que hace posible un cambio de mentalidad de la gente”, detalla el voluntario. Además de la ayuda de diversas organizaciones, la labor de El Paraíso del Burro también ha calado entre los vecinos de la zona. “Hay niños en Prunales, un pueblo que está cerca, a quienes les encanta venir a ver a los burros. También colabora un tratante de ganados de la zona cediéndonos los animales que no le sirven para vender”, explica Raunelli.
Planes de futuro
Las redes sociales son una herramienta cada vez más indispensable para llegar a más personas. Es por ello que, desde El Paraíso del Burro, buscan abrirse un hueco en el mundo digital. “Estamos comenzando a tener presencia en redes sociales y disponemos de un canal de YouTube, además de nuestra página web”, afirma Raunelli, quien considera que “cuanta más gente nos conozca, más fácil será sufragar todos los gastos y podremos recibir más ayudas”. En ese aspecto, el voluntario destaca que “no somos una organización perfecta, pero todo el dinero que recaudamos va destinado íntegramente al cuidado y alimentación de los animales. Con las aportaciones que recibimos todavía no es suficiente y cualquier imprevisto nos puede sacar de presupuesto”, añade. Algunas de las actividades que planean son la construcción de un aula a cubierto y la celebración de un curso sobre el cuidado de los burros. “Lo hemos acordado con una experta del sur de España y esperamos poder hacerlo este verano”, detalla Marleen mientras ofrece café y galletas a sus invitados.