Rehabilitando tradición

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Una de las vivencias más duras es el desarraigo, la pérdida de tus raíces por la obligación de marchar de tu lugar de origen y desarrollar allí tu capacidad empresarial. Ante el aluvión de malas noticias relacionadas con la crisis en y sobre la España vaciada, ver un rayo de luz entre tantos nubarrones que alumbre exitosos emprendimientos, y con un bagaje que llega a las dos décadas, parece imposible. No obstante, esa posibilidad existe: emprender desde los pequeños y desarraigados núcleos de población es viable. La clave: la seriedad y el compromiso con el trabajo y sus clientes, sin olvidar “moverse mucho y dedicar mucho tiempo al trabajo. Estoy a pie de obra todo el día. Aquí no hay futuro para el que no lo quiere. Yo tengo aquí mi futuro y vivo de ello. Hay que adaptar el oficio a los tiempos que corren”. Nada representa la arquitectura popular asturiana como los hórreos y las paneras que bañan la geografía del medio rural. Antaño usados como almacén y secadero de grano, especialmente maíz, y también como despensa en general de todo tipo de alimentos, los hórreos tuvieron y tienen especialmente singularidad e importancia en la historia en el norte del país. Han sido un ingenio anónimo pero clave para la supervivencia humana, que pervive en el tiempo con absoluta rotundidad, como queriendo recordarnos de dónde venimos. Rubén Domínguez Corral nació en el pueblo de Ruenes, municipio de Peñamellera Alta. Apasionado de la madera y curioso de la arquitectura tradicional asturiana desde niño, en 2002 decidió establecerse como carpintero, especializándose en la construcción y restauración de estructuras de madera. Y, como no podía ser de otra manera, entre sus particularidades se encuentran los hórreos: “dentro de la carpintería es el trabajo que más me gusta desarrollar”.

Tan nuestros pero tan abandonados y hay demanda por recuperarlos y  “de obra nueva. Desde hace unos 4 o 5 años si que ha aumentado el trabajo. Se le volvió a dar importancia a esta construcción”. En el caso de la restauración, “se hace por mantenerlos y poder usarlos para algo más adecuado a los tiempos que corren, como biblioteca, estudio o de apartamento. En el 95% de los casos ya nadie los rehabilita para guardar la cosecha”. Para ello, se mueve por todo el norte de España, desde el País Vasco a Galicia, llegando incluso hasta Castilla y León. Hasta tienen en proyecto cruzar el charco, para “ir a montar un hórreo a Méjico, al Centro Asturiano”.

La técnica: “nosotros siempre los hacemos igual, respetando la construcción tradicional. Se hacen exactamente a como eran antiguamente; en madera de castaño y roble con la misma estética y dimensión”, resalta. Estudió en El Prial, en Infiesto, durante tres años Técnico en Fabricación y Montaje de Carpintería, pero siempre le gustó el laboreo con las estructuras de madera. De hecho, “lo que más hacemos son hórreos o cubiertas de madera”, lo que le supone “el 70% del trabajo que realizamos”.

Está en continua formación. Reconoce que “a base de hacer obras aprendes para las siguientes”. Y es que “un hórreo es una estructura compleja. Antes de empezar a rehabilitar el primero estudié unos cuantos de la zona para conocer qué tipologías tenían, cómo eran de encajes, cómo eran las medidas y en base a eso te vas adaptando a cada construcción que rehabilitas en cada zona de Asturias porque dependiendo de la geografía la región tiene una tipología de hórreos y paneras diferentes.  Hay que adaptarse al trabajo que en la época tenían los artesanos”.

En el mundo laboral se inició por cuenta ajena pero pasado año y medio se estableció por su cuenta. Fue entonces, cuando ya hace dos décadas, nació la Carpintería La Collada, que hoy en día lleva trabajos por toda la península en cuanto a sus casas de madera. A sus 37 años, “el futuro lo veo con mucho más trabajo en el tema de hórreos. La gente cada vez se anima más a mantenerlos y hacerlos de obra nueva porque es una  construcción muy guapa, muy nuestra, y se está viendo que se le pueden dar diferentes utilidades dentro”.