La Parraguesa es una de las sociedades de caza más longevas del oriente de Asturias. Constituida hace más de cuatro décadas, esta asociación se encarga de gestionar el coto regional 047, en los concejos de Parres y Cangas de Onís. Hablamos con Kiko Sarmiento, guarda de La Parraguesa, sobre la situación de la actividad cinegética, las acciones para que perviva y los problemas a los que se enfrentan. “Estamos teniendo un pequeño repunte de socios después de un tiempo bastante complicado”, explica Sarmiento, quien considera que “es positivo, pero no sé cómo estaremos de aquí a diez años. Somos unos 400 socios, pero muchos solo pagan la cuota de mantenimiento, así que seremos unos 150 los que seguimos en activo”, añade.
En cuanto al aumento de jóvenes inscritos en La Parraguesa, el guarda indica que “aprobamos en asamblea que los menores de 25 años solo paguen 50 euros y ya tenemos un pequeño boom de chavales que se están animando. Gracias a eso estamos salvando un poco”. Aun así, Sarmiento ve difícil el relevo generacional. “Entiendo que la caza es una actividad que mucha gente no se puede permitir. Pagar la cuota íntegra supone unos 650 euros y ya es un desembolso importante, pero hay más gastos. Hay que pagar gasoil para desplazamientos, munición, ropa, mantener a los perros… Para la gente joven o que no tenga un trabajo estable puede resultar imposible de asumir”. Otro de los factores que el cangués señala como determinantes para sumar aficionados es “vivir la caza desde pequeños. A mí me empezó a llevar mi tío con solo cinco años y sigo en ello”.
Otra de las acciones que impulsa La Paraguesa para crear afición es la batida femenina. “Desde hace varios años, regalamos una cacería a todas las mujeres que se quieran apuntar y tiene bastante éxito”, apunta Sarmiento quien señala que “en Asturias hay muchas mujeres cazadoras”.
En cuanto a la percepción de la opinión pública, el guarda afirma que “la caza está muy mal vista y creo que es por desconocimiento. Los mismos que te llaman asesino son los que luego te piden chorizos de jabalí. No se dan cuenta de que, si no hay caza, habrá más furtivos, más veneno y más animales perjudicados”. Para Kiko Sarmiento, “la gente se queda con lo de disparar y matar, pero eso solo es el último paso. Ir de caza es disfrutar del monte y la naturaleza, comer el bocadillo con los compañeros y ver a los perros trabajar entre otras muchas cosas”.
Respecto a cifras de animales abatidos, el cangués calcula que “solemos estar en torno a unos 300 jabalíes. También tenemos corzos, gamos y venados que vienen de la sierra del Sueve, pero en menor medida. Los ejemplares que se cazan son insignificantes para la población que hay”, añade.
Gestión y control
Uno de los temas candentes para los ganaderos y agricultores del oriente es la gestión del lobo por parte de las administraciones. Entre las soluciones que se barajan está declararlo especie cinegética para controlar su población. En opinión de Sarmiento, “si tenemos que hacernos cargo de los daños, esta medida sería la ruina para las sociedades de caza. La Consejería es la que se tiene que responsabilizar, pagar las indemnizaciones y cumplir el plan del lobo, que no se está haciendo”. El impacto de los cánidos también se está notando entre los cazadores. Según el guarda cangués, “en las zonas cercanas al Parque Nacional casi no hay jabalíes a cuenta del lobo”. Pero no solo es este animal el artífice de los ataques. Para Sarmiento, “muchas veces, el lobo paga las culpas pero los que atacan son los perros y no necesariamente tienen por qué ser salvajes. Un mastín o un collie de los que se tienen en casa también pueden armarla”.
En lo referente a la gestión de la actividad cinegética en Asturias, Kiko Sarmiento se muestra escéptico. “Es una comedia. Se podría ganar mucho dinero con ella pero parece que no interesa. No hace falta irse muy lejos para encontrar buenos ejemplos de gestión. Solo hay que mirar cómo hacen las cosas en Riaño, en la provincia de León. En Amieva, por ejemplo, no hay cupo para cazar jabalí y están dejando el coto pelado. Además, las sociedades recibimos una subvención por mantener la actividad, pero es que el canon que pagamos por los cotos nos cuesta el doble”, añade.
Otro de los problemas que atañen a los guardas de caza es el fraude. Según Sarmiento, “en una ocasión tuvimos que pagar hasta 4000 euros por daños de jabalí en un maizal de Parres. Ya pasó bastante tiempo y el maíz sigue sin recoger, lo que denota que hay algunos que se intentan aprovechar, pero ya les vamos cogiendo la picaresca”.