Para quienes la practican, la caza es mucho más que un deporte. Se trata de una actividad que lleva realizando el hombre desde el principio de los tiempos por el mero instinto de supervivencia, uno de los factores que más relevancia tuvo en el desarrollo de los pueblos. Esta práctica cinegética ha tenido como principal protagonista al hombre aunque hoy en día cada vez hay más mujeres dispuestas a romper con este tópico. Aún continúa siendo una afición de minoría para ellas pero gracias a su pasión y tenacidad han motivado su incorporación a esta actividad venatoria. Y es que, según los entendidos, los verdaderos amantes de este deporte reciben con el mismo entusiasmo indistintamente a un hombre o una mujer. En definitiva, los estereotipos van desapareciendo poco a poco.
Mujeres como Isabel González llevan la caza en la sangre. Natural de Pillarno, concejo de Castrillón, adquirió el hábito como una herencia de su padre, Luis González, a quien, a pesar de la reticencia de su madre, acompañó desde niña al monte para dar captura al raposo y le enseñó todo. “Lo viví toda mi vida. En mi casa había trofeos de corzo, rebeco o zorro”, afirma esta cazadora y recuerda que por aquel entonces “no solían ir mujeres, las que iban era como acompañantes. No había ni permiso de armas”. Caza únicamente por afición y practica las modalidades de caza mayor y menor, de montera y con arma. Se decanta por la caza con perros. Actualmente, cuida de 14, llegando a sumar 29, unos de raposo y otros de jabalí. El gran desconocimiento en esta materia: su mantenimiento, que abarca desde la elección del pienso adecuado para cada animal hasta su entrenamiento.
Discrepa con quienes sostienen que las mujeres tienen dificultades para desarrollar esta actividad con normalidad. “En mi cuadrilla estoy encantada, y con todas las que fui igual”, lo que constituye uno de los valores añadidos a la actividad cinegética, la hermandad, sin olvidar además el compañerismo. Su primer trofeo fue un zorro que abatió en Molleda. Comenzó en Taramundi, “allí el coto es muy bueno. A penas hay peligro para los perros”, cuando salía de su casa a las 4 de la mañana, pasando por diferentes cotos, como el de Pravia, hasta asentarse definitivamente en su municipio.
Licencia y permiso de armas
La pasión por la naturaleza y los animales que le transmitió su progenitor, Isabel se lo ha inculcado a su hijo, Bruno González, jefe del colectivo al que pertenece, la Cuadrilla de Bruno, donde ella es Tesorera. De hecho, como anécdota, nos relata que por el suspenso de su hijo en la obtención de la licencia y permiso de armas hace casi 20 años ella se animó a sacarla. Fueron juntos al examen. Sólo eran dos mujeres en la prueba. “Tengo enmarcado el cartucho de mi primer tiro”.
En cuanto al futuro del sector cinegético, amenazado por ecologistas y por la falta de relevo generacional, en parte por el alto coste de las cuotas por imposiciones de la Administración que disuaden a los jóvenes a asociarse, Isabel lo tiene claro: “voy a seguir cazando hasta que no pueda caminar”.