Los retos y desafíos de la ganadería en Asturias en un contexto global

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Por José Antonio González Díaz, profesor asociado de la Universidad de Oviedo  y Rocío Rosa García, investigadora del SERIDA

En plena transición ecológica, la ganadería en Asturias se debate entre la intensificación productiva como estrategia supervivencia económica y la extensificación como un ejercicio de resistencia para la conservación de sus señas de identidad y como apuesta de futuro. Se trata de una disyuntiva entre una estrategia de economía de escala basada en la incorporación de inputs externos y una de alcance amparada en el aprovechamiento óptimo de los recursos propios. En medio de esta dicotomía productiva, la sostenibilidad como premisa marca las reglas del juego desde una triple faceta ambiental, social y económica, en la que el todo es más que la suma de las partes, y en la que los retos y desafíos que se ligan a esta conjunción involucran al conjunto de la sociedad y no sólo a nuestros ganaderos. Repasar estos desafíos íntimamente relacionados entre sí ha de ser el primer paso para el diseño de una estrategia de futuro de un sector al cual se le exige la provisión de alimentos de calidad, respetuosos con el medio ambiente y a precios competitivos, en un contexto cambiante de cambio global vinculado a la degradación de nuestros ecosistemas.

Dentro de los desafíos ambientales, el cambio climático es uno de los mayores retos para la ganadería, y debe de ser acotado en su origen, dimensión e implicaciones. Las evidencias científicas confirman errores notables en las estimaciones de las emisiones y reclaman la diferenciación entre sistemas de producción y tipos de explotación. Poco tienen que ver las pequeñas/medianas explotaciones extensivas de montaña con macro granjas intensivas más dependientes de insumos externos y energías fósiles. Además, se debe discernir el origen y papel de los gases en el cambio climático, ya que mientras el abundante dióxido de carbono de origen fósil surge mayoritariamente en las áreas urbano-industriales, el metano de origen animal es emitido en menores cantidades y se recicla en periodos muchos más cortos. Para valorar la contribución de las explotaciones se debe considerar además tanto las emisiones como otros proceses clave como el secuestro del carbono. Así, la ganadería extensiva juega una baza importante en la conservación de los pastos permanentes, sumideros estancos de CO2 y elementos de estabilización de los paisajes por su papel en la reducción del riesgo de incendios forestales o plagas. Por lo tanto, la ganadería pude y debe pasar de ser el “problema” a parte de la solución al cambio climático, mediante la potenciación de prácticas ganaderas extensivas con razas autóctonas basadas en el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

Los desafíos ambientales van íntimamente ligados a los retos sociales de un sector sobre el que pesan más incertidumbres que esperanzas. La falta de relevo generacional, la necesidad de formación y la transferencia de conocimientos encaminadas a la profesionalización, la ausencia de reconocimiento de su capacidad gestora del territorio o el desprestigio social de una actividad esencial para el conjunto de la sociedad, son necesidades estructurales que necesitan una respuesta a la altura de la alarmante evolución negativa del número de explotaciones (en los últimos 30 años se han pedido el 65 % de las explotaciones bovinas en Asturias).

La gran paradoja de las tendencias alimentarias actuales dibuja un consumidor que demanda productos con alto valor nutricional, y respetuosos con el entorno en el que se producen, sin ser consciente en muchos casos de las implicaciones que esta conjunción conlleva y de las limitaciones de nuestros sistemas productivos. Es necesario un compromiso colectivo que genere “conciencia social” sobre el papel de la ganadería en la generación de alimentos saludables y otros múltiples servicios ecosistémicos claves para la sociedad, a la vez que se empodera a una profesión que no debe caer en la trampa de la intensificación productiva (con claros síntomas de agotamiento), en una región donde su naturaleza invita a la diversificación productiva de carácter extensivo.

Los desafíos ambientales y retos sociales se relacionan inexorablemente con los económicos: la rentabilidad decreciente de las explotaciones, que en muchos casos tienen dificultades para cubrir los costes de producción. Esta cuestión obliga a trabajar en varias direcciones con idéntico destino: la viabilidad económica de nuestras ganaderías. Para ello, fijar unos precios en origen que permitan cubrir costes de producción y participar a los ganaderos en la parte correspondiente de la cadena de valor añadido de las producciones es ya una cuestión de estado. En segundo lugar, la evaluación integral, la certificación y la compensación por los servicios ecosistémicos prestados por nuestras explotaciones al conjunto de la sociedad, debe ir acompañada de la transición de una PAC que deje atrás el “café para todos” y premie la excelencia medioambiental y agroalimentaria de nuestras explotaciones familiares. Por su parte, la diversificación productiva, la reintroducción de rebaños mixtos y la reestructuración de nuestra superficie agraria útil, permitirán la recuperación de los pastos permanentes como garantía de la autonomía y ventaja comparativa de nuestras explotaciones, así como conservar una de las señas de identidad de nuestros paisajes y un recurso clave frente al cambio climático.

Por lo tanto, la sostenibilidad de nuestros sistemas ganaderos como respuesta al cambio global en el que estamos inmersos, desde la triple perspectiva aquí analizada, se presenta como una potente herramienta con la que construir el futuro de un sector de vital importancia para el campo asturiano.