¿Qué hay detrás de una semilla? Puede que sea diminuta, pero una semilla puede ser una herramienta poderosa, como han descubierto los centros para la lectura, los cuales han creado bibliotecas de semillas donde los interesados pueden obtener simientes para plantar en sus huertos y jardines sin costo alguno, descubriendo que las bibliotecas de semillas comparten haceres con las tradicionales: unir a las personas y fomentar el aprendizaje, además de aumentar la biodiversidad local, ayudar a los polinizadores en peligro de extinción e incluso pueden ayudar en cierta manera a combatir el hambre. En la biblioteca pública municipal ‘Antón de la Braña’ de Pravia, los usuarios no solo acuden por libros sino también por semillas. Sí, ha leído bien. Este equipamiento cuenta con un servicio de préstamo, denominado ‘Biblioteca de Semillas’, en el que hay más de treinta y cinco especies de proximidad. Algunas de ellas son autóctonas, como la calabaza redonda o los fréjoles morados. El único requisito que se exige es que las semillas no sean híbridos para garantizar la autenticidad del producto.
No obstante, una de las condiciones para usar las simientes es que la persona se comprometa una vez que las siembre y den frutos, a retornarlas para que otros usuarios puedan replantarlas y así conservar y extender las variedades tradicionales. El proyecto se gestó en la primavera del pasado año porque “siendo Pravia la huerta de Asturias esta biblioteca debía tener su fondo de semillas”, resalta la bibliotecaria praviana Cristina Jerez Prado, que añade que la iniciativa promueve a su vez la recuperación de variedades locales y el cultivo ecológico respetando la pureza de la variedad.
Amada Rosa Vior, vecina de Somado, es la primera beneficiaria del proyecto. Tiene germinando ‘arbejos’. “Los tengo en un bote de yogur, y una vez que salgan hay que trasplantarlos. Pero aun es pronto”. Amada no es agricultora pero siempre ha tenido un pequeño huerto en casa. Reconoce que “igual me equivoqué al coger las semillas de los ‘arbejos’. Es algo que nunca había plantado y ahora me doy cuenta de que igual me acaban con ellos los pájaros”, ríe. La ‘Biblioteca de Semillas’ “me parece una idea estupenda. Yo pienso comentárselo a dos amigas que tengo aquí con las que a veces comparto ideas y que tienen niños en el colegio. También plantan hortalizas para casa y me parece que les puede venir bien hacer uso de la ‘Biblioteca de Semillas’”. Según diversos estudios, en los últimos cien añoa se han perdido cientos de variedades agrícolas, y esto es porque se han perdido las semillas y se ha apostado por el monocultivo y la industrialización de la agricultura en lugar de la diversidad y la regeneración de la tierra.
Donantes
En la actualidad, el fondo, que nació la primavera pasada, cuenta con ocho donantes, entre los que se encuentra Biltar, una red de semillas en el entorno asturiano que intenta recuperar y reproducir variedades de semillas libres en la región, y usuarios particulares como Pilar Pertierra. Su contribución: la semilla de la calabaza redonda, el fréjol morado y la calabaza verde. “Utilizamos siempre las mismas variedades. Guardamos las semillas de una cosecha a otra. También, a veces, entre los vecinos nos intercambiamos simiente”, apunta la productora.
Cuenta con una pequeña huerta para abastecimiento familiar en el enclave de Folgueras y considera que la ‘Biblioteca de Semillas’ es una iniciativa “muy buena para promover la conservación del huerto familiar y el consumo de productos de calidad libres de químicos”. Por ello, “en la medida de lo posible voy a continuar colaborando”.
Y es que, según Cristina Jerez esto “solo es un punto de partida. Este proyecto contempla otros “micro proyectos como facilitar un espacio para huertos urbanos, algo muy demandado por usuarios de la biblioteca que les gustaría participar con el intercambio de semillas”, y explica que la Biblioteca Popular Circulante Menéndez Pelayo, de Castropol, fue la pionera en Asturias en contener un fondo de semillas y “nos invitó a crear el nuestro”.
En Castropol
Su bibliotecaria, Manuela Busto detalla que “mientras que un banco de semillas tiene como principal objetivo almacenar o retener germoplasma contra una posible destrucción, el cometido de la biblioteca es preservar las variedades, compartirlas, cuidarlas, manejarlas e inducir al intercambio. La gente puede venir, solicitarlas en préstamo y, luego, cuando logre el cultivo, debe devolver una cantidad similar a la que se llevó”.
En Septiembre de 2022, en el marco de la celebración de las jornadas ‘Cultivando el Territorio: bibliotecas de libros y semillas’ se gestó la ‘Biblioteca de Semillas’ de Castropol. “Contamos con la participación Clara Flamarique, jefa del negociado de Proyectos Bibliotecarios del Gobierno de Navarra, voluntarios de Biltar y personal de Ostras del Eo. Es en el transcurso de este coloquio cuando surge la idea de intentar crear el fondo y en mayo de 2023 se hizo realidad”, recuerda Busto.
La bibliotecaria de Pravia avanza que la intención, al igual que su tocaya castropolense, donde los alumnos del Colegio La Paloma que sembraron algunas de las variedades que presta la biblioteca, además de “continuar creciendo haciendo acopio de más variedades de fruta y hortaliza, es involucrar a los centro educativos del concejo para que creen sus propios huertos a través de nuestra ‘Biblioteca de Semillas’”.
La iniciativa de Castropol cuenta ya con treinta variedades regionales y locales, donadas por entidades como Finca El Cabillón, de Tapia de Casariego, la finca As Fadegas, en Ribadeo, Galicia, y la red de semillas de Asturias Biltar, además de algunos donantes particulares de la zona que suman hasta 20. “La idea es ampliar el fondo poco a poco”. Por otro lado, “se puso en marcha la red de ‘recoLectores’ con los centros de enseñanzas, que recogerán material, ya sea refranes, dichos, canciones o costumbres, todos relacionados con los cultivos”. Hasta el momento, hay siete colegios implicados, desde Luarca hasta Vegadeo. “Estamos centrados en el préstamo de semillas y recogida de semillas, en su promoción y en la figura de los ‘recoLectores’”.
Mientras que el centro lector de Pravia contó con la colaboración para la puesta en marcha del proyecto con el Ayuntamiento, en Castropol nació con el apoyo de Astilleros Gondán.
La primera biblioteca de semillas contemporánea nació en el Berkeley Ecology Center de California en 1999. En 2004, se gestó el primer proyecto de este tipo en una biblioteca pública, en la de Gardiner, de Nueva York. En España, Navarra ha sido la primera comunidad en crear una red de bibliotecas de semillas, que se formaron de la mano de la Red de Semillas de Aragón, que habían impulsado la creación de estos armarios en algunos pueblos pequeños allá por 2011, cuando un grupo de personas interesadas en la agricultura responsable para preservar la biodiversidad agrícola la crearon, en el seno del Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional. Laborean para conservar las variedades tradicionales de las semillas que se han utilizado en nuestros campos durante generaciones. El trabajo principal se enfoca en las variedades tradicionales, que son las que se han diferenciado a través de un proceso histórico de selección por parte de los agricultores y de generaciones.