La Asturias que se vacía

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Probablemente, la expresión ‘la España vacía’ -que ahora persistimos en llamar ‘la España vaciada’- siempre estuvo ahí, latente desde que los primeros antepasados escaparon de la aldea buscando un futuro. Pero fue el escritor y periodista Sergio del Molino (Madrid, 1979) quien la arrojó al debate social. En 2016, publicó un ensayo del mismo título, que marcó un antes y un después a la hora de mover conciencias y mostrar el abandono, la desolación, que sufre más de la mitad del territorio nacional. Esa España rural, desprovista de escuelas, de médicos, de carreteras y, sobre todo, de oportunidades laborales. Las elecciones generales de 2019 colocaron en el primer plano del debate, de forma inesperada, los problemas de la España rural, envejecida y lastrada por la precariedad de los servicios, las comunicaciones y los negocios. En un desafío que se advertía muy apretado, los partidos habían puesto su foco en los términos municipales más pequeños y multiplicaron las esperanzas de futuro, en forma de promesas de futuras e incluso inminentes inversiones, para conquistarlas. Al mismo tiempo, había estallado en la calle un movimiento que en marzo congregó en una manifestación en Madrid a decenas de miles de pobladores rurales.

Los pueblos de España se vacían: con mucha suerte, apenas un puñado de niños en los colegios, y casi siempre, calles vacías, pocos habitantes y un silencio que todo lo envuelve. Quedan, principalmente, nuestros mayores, que se van yendo. Y el escenario es siempre el mismo: pueblos y aldeas recónditas u olvidadas. Son muy pocos los que eligen habitar el entorno rural, ese que guarda los testimonios de quienes aún resisten, muy felizmente, en él y lo pueblan. A pesar de todo los esfuerzos, más de los habitantes de lo rural en su incesante lucha por mantener vivos sus hogares que por las diferentes administraciones que hoy parece que solo hincharon sus programas electorales, la despoblación continúa siendo un problema que ha aumentado en los últimos años, pero de forma desigual. En España, los concejos pequeños y rurales han crecido de media un 9,6% en los últimos 25 años, de acuerdo con un estudio difundido por el centro de análisis de Esade. Lo determinante no ha sido tanto el tamaño como la ubicación de los pueblos: mientras los municipios rurales de las comunidades como Madrid (45%), Murcia (34%), Cataluña (31%), Valencia (19,3%) y Navarra (10%) han crecido notablemente en este periodo; los de Asturias (-26,9%), Castilla y León (-19,7%), Galicia (-16,9%), Extremadura (-9,6) y Castilla-La Mancha (-2%) se han llevado la peor parte. En los archipiélagos -Canarias un 55% y Baleares un 41%-, el crecimiento ha sido muy superior al de la media nacional.

La voracidad de la depresión demográfica asturiana, con su crisis de natalidad y su tendencia a la concentración espacial en las grandes urbes regionales -Gijón, Oviedo y Avilés- y al abandono rural, ha arrasado con la población de otros quince pueblos en un año. La actualización del recuento a enero de 2021, relata que existen 266 entidades de población vacías en lo que va de siglo y en total 811 núcleos deshabitados, y subiendo, en la última cuenta conjunta regional. La cadencia media de lo que va de siglo deja algo más de trece pueblos sin habitantes cada doce meses, que ya rebasa por primera vez las ochocientas entidades singulares de población sin pobladores, según el último informe elaborado por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales -Sadei-. Se entiende por entidad singular cualquier área habitable “claramente diferenciada” dentro de un término municipal siempre que sea “conocida por una denominación específica que la identifica sin posibilidad de confusión”. El Principado tiene casi 7.000 y el vacío ha llegado ya a más de una de cada diez, a un 11,6%. A 1 de enero de 2021, en la clasificación de los municipios con más núcleos completamente despoblados la encabeza Mieres con 141,  y la siguen Villaviciosa, con 58, San Martín del Rey Aurelio, 53, Langreo, 52, Lena, 44, Aller, 36, Laviana y Tineo con 33 y Piloña, con 31.

Sin Occidente

Asturias es la segunda comunidad autónoma con mayor número de entidades singulares de población, con 6.942, sólo por detrás de Galicia, que cuenta con 30.347, casi la mitad del total nacional, que asciende a 61.788. De las 6.942 villas, aldeas, caserías o cualquier otro lugar habitable con que cuenta el Principado, 755 carecen de población, 303 cuentan con un único residente y 3.129 tienen diez o menos empadronados. Y es que en 1996, la región contaba con una población, según el Instituto Nacional de Estadística -INE-, de 1.087.885 habitantes. Hoy hay 76.093 personas menos. Lo que es lo mismo, es casi como si el concejo de Avilés, con un censo de 76.874 personas, desapareciese, o si los municipios de Tapia de Casariego -3.683 habitantes, Castropol -3.335-, Vegadeo -3.914-, San Tirso de Abres -413-, Taramundi -592-, Villanueva de Oscos -275-, Santa Eulalia de Oscos -434-, San Martín de Oscos -353-, Grandas de Salime -792-, Pesoz -141-, Illano -320-, Boal -1.454-, El Franco -3.780-, Coaña -3.312-, Navia -8.302-, Villayón -1.151-, Valdés -11.281-, Tineo -9.096-, Allande -1.620-, Degaña -852-, Ibias -1.182-, Cangas del Narcea -11.966- Cudillero -4.968- y Belmonte de Miranda -1.439- emigraran del mapa dejándonos sin a penas el Occidente asturiano.

La pandemia frenó la sangría en los municipios con menos de 10.000 habitantes, pero el estudio lo atribuye a un descenso de las salidas más que a un aumento de las entradas. Si se compara con 2019, en 2020 hubo un 15% menos de desplazamientos. Aunque sí hubo movimientos desde Madrid o Barcelona a poblaciones de menos de 10.000 habitantes. Por ejemplo, la provincia de Ávila recibió a casi 1.000 madrileños más que en el año anterior, y la de Segovia, a 800.

En el litoral mediterráneo, los municipios que pierden población también son los del interior, mientras que los costeros crecen, a veces por encima del 30%. Es un patrón que también se observa en Andalucía. Las localidades de interior crecen menos que las cercanas al mar, aunque el entorno del Guadalquivir, una “tradicional arteria económica”, ha evitado perder población. En el litoral cantábrico, las diferencias son mayores. Aunque se observa el mismo patrón de pérdida en la mayoría de los municipios de Galicia y Asturias, en Cantabria el crecimiento en las zonas costeras es notable, y el País Vasco es la gran excepción: el aumento de población se extiende a todos los municipios, tanto a los de interior como a los cercanos al mar.

Yermes y Tameza es el municipio menos poblado de la región. Con un censo de 128 personas, y a penas medio centenar vive habitualmente en el concejo. En 25 años, sufrió una pérdida poblacional de más de 80 personas, algo que no tiene vistas a revertir. El término municipal está organizado territorialmente en dos parroquias, que se reparten en cinco núcleos: Villabre, Fojó y Villaruiz, pertenecientes a la parroquia de Villabre (Tameza); y Yernes y Vendillés, de la parroquia de Yernes, y María Díaz Fidalgo es su alcaldesa. Cogió el relevo del bastón de mando del socialista Manuel Fernández Patallo, que renunció al cargo durante el Estado de Alarma. Díaz Fidalgo es tamezana de nacimiento. A sus 68, no estaba entre sus objetivos ocuparse de la alcaldía: “yo entré en el Consistorio esta legislatura en los Servicios Sociales. Acabé en la alcaldía por la renuncia del anterior regidor. Yo no me considero política, soy más vecina. Aquí no se trata de política, nos conocemos todos”. Y es que esfuerzo y el tiempo que se necesita para atender la alcaldía de un pequeño municipio es un hándicap. Aunque no reside en el municipio está disponible las 24 horas al día, “en concejos tan pequeños, los vecinos son amigos. Siempre se intenta atenderlos a cualquier hora”. Por ello, “creo que nos deberían ayudar más desde la Administración regional y desde el Gobierno Central para atraer y fijar población. Yo voy a intentar que Yermes y Tameza siga como tal, que no dependa de otro Ayuntamiento, lo que no queremos es que se extinga. Por eso voy a estar luchando siempre, durante el tiempo que está como alcaldesa”.

En este caso concreto, el nicho de emprendimiento podría ser amplio para atraer y asentar población, hay sectores y necesidades por cubrir pero “lo primero que tenemos que tener es gente, y sobretodo joven que es lo fundamental. La población está muy envejecida”.

En Villayón

Algunos se resisten a abandonar su núcleo natal y desarrollar allí su capacidad de empresarial. Villayón tiene una superficie de 132,46 km2, dividida en cinco parroquias, y en una década perdió 309 habitantes. En la actualidad, cuenta con una población de 1.151 habitantes. Entre ellos, se encuentran la ganadera Amparo Feito y sus dos hijos, Alejandro y Sara. En La Ería, aldea que la vio nacer, se ubica la ganadería El Rozo. Una explotación lechera con 31 vacas que ella gestiona. “No pensaba quedarme con la explotación  por la incertidumbre que te da vivir del campo”, pero a sus 18 años, y ante la posibilidad que “acabase la casa, que me daba mucha pena”, decidió ponerse al frente.  Hoy con 30 asegura no haber tomado la decisión equivocada: “es verdad que en estos tiempos de crisis sobrevives, pero este trabajo me permite conciliar, poder pasar tiempo con mis hijos y cuidar de mi madre, y también enseñarles, como el amor a la tierra y a los animales”.