Hablar de vino en Cangas del Narcea es hablar de Antón Chicote, uno de los viticultores más veteranos de la zona. Con 73 años, sigue dedicándose al cuidado de sus viñas y de su bodega. Una tarea que empezó siendo todavía un niño cuando tuvo que hacerse cargo de las labores del campo, la bodega y el bar debido a la prematura enfermedad y muerte de su padre. “Nací en Castro de Limés, que queda justo encima de estas viñas. Fuimos seis hermanos que nacimos en la misma cama. Siempre tuvimos viñas, tan antiguas que no se sabe las generaciones que llevan y, a raíz del bar fuimos conservándolas. Mi padre murió a los 52 años y mis hermanos fueron a buscarse la vida fuera. Yo quedé aquí con mi madre y fuimos conservando lo poco que había”.
De su niñez, Antón Chicote recuerda la escasez y las necesidades de aquellos tiempos. “No teníamos ni un grifo de agua en casa. Solo dos o tres bombillas y una radio, venían todos a escuchar el parte. Recuerdo que una vez, imaginaros lo pequeño que era, que me tocó cargar la máquina y yo no podía con la mochila. Mi padre, que ya estaba enfermo, tuvo que ayudarme”. Pese a las penurias y lo arduo de vendimiar en un terreno tan dificultoso, Antón Chicote consiguió cumplir el deseo de sus padres a base de esfuerzo. “De Castro de Limés bajamos a Cangas a atender el bar y yo estuve siete años trabajando en la mina, a la que entré con 14 años. Al final pudimos cumplir el sueño de mis padres, que querían hacer su casa aquí y mi madre todavía disfrutó unos años de ella. Lo que hay aquí, mejor o peor, lo fui consiguiendo con mucho trabajo”.
Respecto a cómo ha evolucionado la recolección de la uva con maquinaria y nuevas tecnologías, Chicote revela que “el trabajo cambió mucho pero, en la vendimia, prácticamente todo sigue siendo manual. Ahora hay más comodidades, como palas para hacer los bancales nuevos, pero lo que no cambia es el terreno. Es como la palma de la mano poniéndola de canto”.
Recuperación y mejoras en la elaboración
El salto cualitativo que ha dado el vino de Cangas en las últimas décadas se debe, según Antón Chicote, a dos factores. “A partir del año 83, se empezaron a recuperar las viñas que habían sido abandonadas pero, del año 2000 hasta aquí, el cambio ha sido muy importante. Ahora hay muchas más viñas y bodegas. Por otra parte, aunque el producto sea el mismo, lo elaboramos de distinta manera”. En ese sentido, el viticultor destaca que “antes no lo dejábamos madurar. Uno a vendimiar, todos a vendimiar. Daba igual que estuviera verde o maduro. Además, echábamos las uvas con los troncos del racimo, lo que le aportaba mucha acidez y hacía que a la gente le pareciera vinagre”. Con respecto a ese cambio, Antón Chicote explica que “nuestro vino es una sorpresa para la gente de fuera. Quien lo probó antes y lo compara con el de ahora, se sorprende”.
Para Chicote, la labor de la Denominación de Origen Protegida ha dado sus frutos mejorando el producto inicial. “Gracias a la DOP se trabaja mejor todo y está adaptándose con nuevas tecnologías. Se controlan los grados y que las uvas estén en condiciones adecuadas para vendimiar. Con lo poco que sabíamos antes y lo que sabemos ahora, vamos completando la carrera”, afirma. Aun así, producir vino en una tierra como Cangas del Narcea sigue siendo una labor ardua. “Para ver una botella hay que darle muchas vueltas. Da mucho trabajo. Aquí vinieron enólogos de La Rioja y, al ver las viñas me dijeron que entendían el precio del vino, porque ellos no lo trabajarían ni al triple”, subraya Chicote.
Vinos premiados
El mimo, el esfuerzo y las mejoras durante décadas dieron sus resultados en forma de premios. Las bodegas Chicote pueden presumir de haber sido distinguidas con varias medallas. “Ganamos las medallas de oro en Ponferrada y Valladolid, y la de plata en el concurso VinDuero-VinDouro”.
El último de sus caldos en recibir reconocimiento fue Penderuyos, que forma parte de la DOP en el certamen Atlántic celebrado recientemente en Cangas del Narcea. “Para mí, es un orgullo recibir este premio. Además, fue algo inesperado, porque es el vino más joven que tenemos”.
En cuanto al secreto para obtener un producto de calidad, Antón Chicote destaca el cuidado de las viñas. “Hay que cuidarlas lo mejor que se pueda y estar siempre pendiente de ellas. Así todo, mueren muchas cepas. Además, hay que estar todo el día con la mochila al hombro, subiendo y bajando, lo que hace que sea muy laborioso”, explica el viticultor cangués, para quien “el momento más entrañable es cuando la gente cata nuestro vino”.