La parroquia de La Montaña concentra el mayor número de ganaderías del concejo de Valdés, rondando las 45 entre las dedicadas a carne, leche y las mixtas. Todos los ganaderos lácteos son socios de Central Lechera Asturiana, y aunque se nota el descenso poblacional, ya que no llegan a los 400 habitantes y en 2005 se registraban 683, el vacuno sigue siendo el motor de la zona. Belén es el centro neurálgico, población donde se ubican el consultorio médico, la iglesia de San Salvador y el cementerio, las antiguas escuelas rehabilitadas que cuentan actualmente con un salón social para los vecinos así como un albergue de 22 plazas, el almacén de Campoastur y el bar tienda La Casona.

Como punto de encuentro de la vida social de La Montaña, Ramón Eugenio González ‘Mon’ atiende en su establecimiento La Casona las necesidades de sus vecinos así como las tertulias que surgen sobre todo por las mañanas y los viernes al medio día, cuando suelen reunirse algunos como cita habitual. Lleva funcionando desde antes de 1934, fecha en la que se finalizó la construcción de la casa, pero se estima que ya el negocio existía desde años antes fundado por Constante González y que tras pasar por varias generaciones familiares actualmente regenta Mon. Este bar tienda es el único que queda en una parroquia en la que antiguamente llegó a haber hasta ocho bares según nos indican los vecinos.

Como un viernes cualquiera a la hora habitual, empieza a animarse la conversación en La Casona. Allí encontramos a José Ramón Suárez González, ganadero jubilado de Cunqueiro. También a la pareja de ganaderos Ramón González García y María Jesús Suárez García de La Degollada, que no son asiduos, pero que se acercaron tras la visita del veterinario a su explotación, Mark Pineda, que también hizo parada en el bar tienda de Belén. Un fijo de los viernes es Manuel Avelino Menéndez Piecho, tratante, y también encontramos a Ricar López Luiña, el lechero de la zona, que aprovecha para comer algo. El alcalde de barrio, Jorge Fernández Varela, chófer de Alsa jubilado y su hijo Salvador de Tejedal de Abajo así como David González García, prejubilado de la construcción, residente y nativo de Belén, no faltaron al encuentro en la población de Belén, que actualmente solo cuenta con nueve habitantes.

Todo gira en torno al sector ganadero. Manuel Avelino es de San Cristóbal (Canero) y pasa casi a diario a visitar las ganaderías de los pueblos de La Montaña para comprar terneros que vende en el Mercado de Pola de Siero y vacas que sacrifica en Bandeira (Pontevedra). “Llevamos una temporada de precios a la baja que nos perjudica a nosotros y a los ganaderos, el consumidor va al precio, pero la leche y carne de Asturias, se distingue por la calidad, y eso hay que pagarlo”, explica el tratante valdesano. Por su parte, Marc Pineda, veterinario que trabaja en la zona destaca que en La Montaña “hay ganaderos de 40 años, el futuro a corto plazo está asegurado, a largo plazo ya se verá”. Este joven catalán de San Feliu de Codinas, lleva cuatro años afincado en Luarca, donde le surgió trabajo, “me gusta mucho la zona y el tipo de ganadería que hay aquí. Para que a mí me vaya bien, les tiene que ir bien a los ganaderos”, afirma.

Ricar López, es el lechero de Central Lechera Asturiana que hace la ruta de Belén de la Montaña, “es un privilegio para mí trabajar de lechero en este entorno y con esta gente”, destaca. Tiene dos líneas, un día recoge la leche de Belén hacia Concernoso y otro día de Belén hacia Luarca. Heredó el trabajo de su suegro y lleva ocho años en ello. “Hay menos ganaderías que antes, pero las que quedan entregan más leche”. Aunque vive en Barayo, reconoce pasar en La Montaña “media vida”. “Para nosotros la ganadería es el futuro, quedarán menos ganaderos, pero los que quedan apuestan por ello”, afirma.

José Ramón Suárez González comenta que Belén es lugar de encuentro de los vecinos de los pueblos de la parroquia porque es donde acuden a la cooperativa y al médico, cuya consulta es los lunes, miércoles y viernes mientras no salga la plaza de la médica que se jubiló. Jorge Fernández Varela relata la gran actividad de la Asociación de vecinos Virgen de Belén, cuya presidenta es María Esther García. “En estas fechas el Nacimiento viviente que está previsto para el día 5 de enero es la cita más importante. Acude mucha gente y es un día muy especial para la parroquia”. También hace hincapié en el descenso poblacional, ya que actualmente solo hay “un niño para la escuela y pocos para el instituto, y hace años llegaban a bajar dos autobuses llenos de niños para el colegio”. La última escuela rural que cerró sus puertas fue la de Concernoso.

Y entorno a estas conversaciones Mon sirve cafés y cervezas a sus clientes mientras su tío revisa las cuentas en una mesa del bar tienda. “Aunque en los pueblos hay menos gente, el negocio va funcionando y de momento aquí estamos, aunque es complicado. Reconoce que el albergue da un poco de vida al pueblo. “Antes en cada casa podía haber hasta 10 o 12 personas, ahora quedan uno o dos”.

Si en algo coinciden todos los vecinos es en la necesidad de mejora de la carretera, que “hasta la entrada de Paladeperre está bien, pero después es mala y con curvas. Además mucha gente deja de venir por ese motivo, pese a que estamos relativamente cerca de Luarca”. Desde Belén se divisa perfectamente el mar y la costa luarquesa. También comentan la existencia de un proyecto que en línea recta desde la entrada de Paladeperre conectaría con Belén en  4 km, con la construcción de un puente. Tiempos difíciles para las inversiones en infraestructuras, pero no dejan de confiar en dar solución a su problema. “Incluso sería una buena oportunidad para el desarrollo del turismo rural en esta zona, ya que hay numerosas casas cerradas que podrían optar por el turismo como futuro”, afirma Jorge.

Alta genética: Casa Ferreiro S.C.

En Ordobaga, se mantienen tres ganaderías de leche. Los titulares de Casa Ferreiro S.C. son los hermanos Eugenio y Abel Fernández Feito que tienen 92 animales de raza Frisona entre vacas y recría. Eugenio Fernández reconoce las dificultades que vive el sector (burocracia, saneamiento, animales salvajes, purines…) y en su caso siempre apostaron por la genética. “En la última evaluación de junio somos la quinta o sexta ganadería de Asturias en ICO”. Sin duda la mejora genética de las vacas es el motor de mejora de rentabilidad y aumento de producción. “Nos ha costado muchos años conseguir lo que ahora tenemos. El semen sexado fue todo un acierto, y gracias a ello se dio un gran salto”. Importaron alguna vaca de Francia y Alemania hace más de 25 años, pero cuentan con su línea genética propia. “Llevo dos años apostando por toros doble A2A2”, explica. Desde hace siete años la alimentación de sus animales es mezcla húmeda de Armandiños a través de Campoastur y se muestra muy satisfecho con los resultados. “En recría gastamos menos porque tenemos terreno para pasto. Para el resto, al final tenías que comprar maíz y alfalfa, con lo cual al tener que comprar, esta opción nos va bien”.

Modernas instalaciones: Mon y María Jesús S.C.

En La Degollada, la nave de la ganadería de Ramón González García y su esposa María Jesús Suárez García cumple  un año el 21 de diciembre. A ambos les gustan las vacas, y cuando en Tejera de Arriba surgió una jubilación, no lo pensaron dos veces, alquilaron la cuadra comprando las vacas y la cuota láctea. Ese fue su comienzo en la ganadería. Fueron creciendo y ya tuvieron que decidir dar el salto con una nave de nueva construcción en el pueblo en el que viven, el de los abuelos de Ramón y donde él siempre vivió.

Actualmente tienen 61 vacas en ordeño y 55 en recría de raza Frisona y 15 de aptitud cárnica. Hace tres meses incorporaron un robot de ordeño Delaval y aunque aún están en periodo de adaptación “las vacas cada vez van mejor, sobre todo las que paren jóvenes y la producción no baja de 36 o 38 litros de media. Teníamos una vaca de 45/50 litros que ya ha llegado a dar 83 litros con el robot. En el tercer ordeño es donde realmente sacas el beneficio”, comenta Ramón. El motivo del cambio a robot fue “la falta de mano de obra”. En la nave tienen las vacas en producción y las novillas cercanas al parto, y en cuadras y pastos la recría y las de carne. La alimentación se basa en mezcla húmeda de Armandiños y para la recría y vacas secas forrajes propios.

La moderna instalación ofrece luz y ventilación apropiada para los animales. Cuenta con un sistema automático para el techo que a través de una sonda mide la temperatura del aire y mantiene la temperatura en la nave a los grados programados, con apertura automática de techo si las circunstancias meteorológicas lo permiten.

Sus vacas Frisonas también las dedican a producción de carne para obtener “xatos belgas” y para las novillas utilizan semen sexado para tener recría. “Lo hacemos así porque no nos interesa tener más novillas que vacas y por el valor añadido de los terneros que también son ingresos”, afirma.

No cuentan con relevo generacional y la inversión la han realizado para “poder aguantar en las circunstancias actuales hasta nuestra jubilación. En este sector siempre nos quejamos, siempre se vivió de las vacas y hay que adaptarse a los tiempos que corren. Habrá meses buenos y meses malos, pero nos decidimos por este sector porque nos gusta y eres tu propio jefe, eso no hay nómina que lo pague”, dice Ramón.

La matanza, una tradición que pervive

Como en la mayoría de las casas de los pueblos asturianos, en Casa Miguel de Tejedal de Abajo hacen la matanza de los cerdos para tener carne y embutido para el año. Aida González, conocida como Aidita, junto a parte de su familia, vecinas y amigas dedican el día a embutir los chorizos el día que El Campo de Asturias visita la parroquia. La tarea les lleva varios días. “El primero es el día de la matanza propiamente dicho y se descuartizan los cerdos. El segundo día se adoba la carne. El tercer día se hacen las morcillas y el cuarto los chorizos. Embutir siempre ha sido un trabajo de mujeres”, afirma. Aidita reconoce no seguir ninguna receta para adobar la carne, pero la experiencia hace que por la carne de las maseras ya se calcule la sal, perejil, ajo, pimiento dulce y picante que hay que echar. “La abuela de esta casa, que era la que me enseñó, medía a ‘puñaos’. Y luego siempre hay que probar para rectificar si es necesario echar más sal o pimentón”. También adoban lomo y tocino que luego ahúman, así como hacen choscos. “Esta es una tradición de toda la vida que se hace una vez al año, somos muchos de familia, y aunque dicen que no se puede comer mucha carne, el año es largo”, concluye Aidita. La máquina de embutir eléctrica así como el envasado al vacío del embutido tras la curación, son algunos de los adelantos que facilitan este trabajo.