Roberto Capín y su mujer, María Rodríguez, son ejemplo de la crítica situación que los agricultores de proximidad están comenzando a padecer tras las medidas de confinamiento para frenar la pandemia desatada por Covid-19. La Mediana, una explotación compuesta por 7.000 metros cuadrados de terreno cubiertos y 5.000 metros cuadrados al aire libre en Ribadesella, abastece de verdura y hortaliza a los restaurantes de la región. “Lo tenemos todo parado, con la particularidad de que toda la mercancía que tenemos sigue creciendo y lo estamos arrancando y tirando todo”, explica Capín. Su producción, centrada principalmente en faba asturiana, lechuga y tomate para proveer al sector servicios no tiene quien la consuma. “Tenemos 5.000 kilos de fabas paradas. Vamos a empatar esta cosecha con la del año que viene”. Asimismo, “en tres semanas toda la lechuga que tenemos la vamos a tirar. En total, arrancaremos entre 25.000 y 30.000 plantas. Como ya sabemos que antes de un mes no van a suspender el estado de alarma estamos levantado todos los cultivos”, explica.
El futuro, incierto. “La situación es bastante delicada”. Y es que, para tener género cara al periodo estival, supone una inversión “de casi 30.000 euros, y ahora los ingresos son de cero euros y los gastos son los mismos. Ya estamos despidiendo a los trabajadores porque va a llegar final de mes y no tendremos dinero para pagar”. En condiciones normales, La Medina cuenta con dos empleados externos llegando a los cuatro en la campaña de verano.
Además a la restricción en la movilidad, las primeras reacciones para enfrentar el estado de alarma llevaron a los gobiernos locales, regionales y nacionales a prohibir los mercados al aire libre que se celebraban especialmente en entornos rurales, normalmente una vez por semana, y que suponen uno de los principales puntos de venta al detalle para los pequeños agricultores y de línea ecológica. Cristina Rubio, de Tierrina Productos de la Huerta, afincada en San Martin de Luiña, nos explica que al vetar estos encuentros la merma en la venta es notable, aunque en su caso la pilló en un momento de escasa producción por la modificación de metodología de cultivo. Por ello, “no tengo mucho excedente. Pero es cierto que contaba con unas ventas de unos productos en concreto y ahora tengo que quitarlo por no haberlo sacado”.
En condiciones normales con la meteorología que estamos teniendo en Asturias, Vivero Los Molinos estaría ahora mismo a pleno rendimiento con el incremento de cinco o seis personas en plantilla, por el contrario, “aunque seguimos en activo y haciendo los repartos de los pedidos de nuestros clientes profesionales y tiendas, nos hemos visto obligados a realizar un ERTE”, así explica Juan Carlos Fernández Martínez cómo les está afectando el estado de alarma. “Para nosotros los ingresos de los meses de marzo, abril, mayo y junio, con las mayores ventas del año, nos ayudan a cubrir lo que no ganamos otros meses”.
Con los viveros llenos de planta, están vendiendo un 15% de lo habitual en estas fechas. Aunque se puede plantar y mantener los huertos, “la gente por lógica, sale lo imprescindible”. Están tirando planta para realizar plantaciones de verano, tomate por ejemplo, para estar preparados cuando se supere esta situación. Además de abastecer tiendas agropecuarias, Los Molinos se ven perjudicados por la falta de mercados semanales en los que venden tanto planta a intermediarios como su producción de lechugas, del que está perdiendo un 50%, pese a abastecer al supermercado El Arco. “Nunca hemos vivido algo así, hemos tenido pérdidas por riadas, pero no tienen nada que ver con este parón”, resalta Juan Carlos.