La Asturias vacía

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Asturias se vacía. En el último año, nuestra región ha perdido 5.547 habitantes. Equivalente a borrar del mapa el concejo de Parres. O Nava. O Noreña. O la suma de Somiedo, Sariego, Quirós, Degaña y Cabrales. Asturias se desangra, y la baja tasa de natalidad (una de las más bajas de Europa) no invita al optimismo. Aldeas y pueblos enteros, que antaño albergaron granjas, caseríos y cultivos, son hoy testigos mudos de un despoblamiento silencioso que avanza sin cesar. Hay aún un resquicio de esperanza, con familias que abandonan las ciudades para instalarse en el medio rural, pero las aventuras de estos jóvenes (en su mayoría) son insuficientes para equilibrar la marcha de asturianos a las ciudades, a otras comunidades, y al extranjero. Ni siquiera la llegada de inmigrantes, que encuentran en el campo un trabajo que escasea en el ámbito rural, ayuda a nivelar la balanza. Todos los vecinos de Yermes y Tameza (140) o de Pesoz (156) podrían mudarse a un bloque de pisos. En Santo Adriano (278) o Villanueva de Oscos (303), tampoco son muchos más. En Villaciciosa hay ya 37 pueblos vacíos, y otros 51 pronto se quedarán vacíos. Asturias suma ya casi un millar de pueblos abandonados, y otro millar se apagará cuando se marchen sus últimos vecinos.

Uno de los ejemplos más tristes de nuestra comunidad es Moal, que el año pasado recibió el Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias. En Moal, antesala de Muniellos, no nace ningún niño desde 2009. Su centenar de vecinos, la mayoría por encima de los 65 años, se siguen reuniendo en el único bar, o en la antigua escuela, hoy convertida en centro social. A lo largo del año pasado, solo nacieron en todo el Principado 5.785 niños. Los menos, en la zona rural. Y sin niños, no habrá futuro.

Uno de cada cinco pueblos de nuestra región corre peligro de desaparecer, al contar con menos de tres habitantes. El abandono ha llevado a colgar el cartel de ‘se vende’ en poblaciones enteras, como El Mortorio, en Piloña: ocho casas, una cuadra, un hórreo, y varias parcelas edificables con vistas a los Picos de Europa. En Taramundi, Vegadeo o Luarca, también están en venta aldeas enteras, con sus pajares, cuadras y hórreos, presentadas como ‘paraísos rurales’ en los que nadie quiere vivir.

La comarca de Los Oscos-Eo cuenta con medio centenar de pueblos vacíos, o con solo un par de vecinos. En la zona de Navia-Porcía, una de cada cuatro poblaciones está en riesgo. En el Alto Narcea-Muniellos, han perdido el 20% de su población en las últimas dos décadas. La comarca de Ese-Entrecabos tampoco se salva: en Tineo hay más de 50 pueblos condenados, 40 en Salas, 30 en Allande y unos 20 en Valdés. En todo el Camín Real de la Mesa, de Grado a Santo Adriano, hay más de 120 pueblos silenciosos. El Bajo Nalón ha perdido más de 1.000 vecinos, en Carreño hay docenas de aldeas abandonadas, y la Montaña Central –de Aller a Lena- es una de las zonas más afectadas. En el Alto Nalón, Laviana tiene el triste record con más de 60 aldeas que no sobrevivirán a sus últimos moradores. En el Oriente son más de cien, y en la Comarca de la Sidra, Villaviciosa ha visto morir a una cuarta parte de sus pueblos. Los datos ya no sorprenden, ya que cada año se repiten las alertas demográficas, pero hasta ahora, nadie ha dado con la receta para fijar, o atraer población al campo, más allá de garantizar los servicios básicos. Por desgracia, en muchas familias, querer un futuro mejor para los hijos, significa que abandonen su tierra para estudiar y trabajar lejos de casa. Y una vez que los jóvenes se despiden, es muy difícil hacer las maletas para regresar al hogar de los abuelos.