Por Geli González, secretaria general de ASAJA ASTURIAS
Los lobos siempre han protagonizado relatos de miedo, fábulas de advertencia y cuentos infantiles en los que acechan al ganado y ponen en jaque la tranquilidad del campo. Pero lo que para algunos es un relato de ficción, para los ganaderos asturianos es una realidad que golpea con crudeza su forma de vida. No es una moraleja, es un problema palpable.
La reciente modificación del Convenio de Berna, que rebaja el estatus de protección del lobo en la Directiva de Hábitats de la UE, supone un pequeño avance en el reconocimiento de que la coexistencia no puede construirse sobre el sacrificio de los ganaderos. Sin embargo, el Gobierno español sigue teniendo la última palabra. Puede mantener la protección estricta del lobo si así lo decide. Y esa es la cuestión que hoy preocupa en el campo: ¿primará el sentido común o seguirán las decisiones políticas alejadas de la realidad rural?
Una población que crece sin control
Los datos del informe conjunto elaborado por Asturias, Galicia, Cantabria y Castilla y León son contundentes: el lobo ocupa ya el 83% del territorio asturiano, con un crecimiento del 18,4% en su población en los últimos años. En términos de biodiversidad, esto podría parecer una historia de éxito. En términos de ganadería, es una condena. Más lobos significa más ataques al ganado, más pérdidas económicas y más desesperación para quienes trabajan la tierra y crían animales.
¿Alguien se ha preguntado cómo es ver cada día el esfuerzo de años destrozado en una noche? ¿Cómo se afronta la impotencia de encontrar a los animales devorados, sin que nadie ofrezca soluciones reales? Los ganaderos no son personajes de un cuento con final feliz, son familias que luchan por mantener su modo de vida en un medio rural que cada vez se siente más abandonado por las administraciones.
La falsa dicotomía: conservación vs. ganadería
Se nos ha intentado hacer creer que proteger al lobo y garantizar la viabilidad de la ganadería son objetivos incompatibles. No lo son. La verdadera sostenibilidad se basa en la gestión racional de los recursos, no en imponer restricciones que ignoran la realidad del territorio. No se trata de exterminar al lobo, sino de aplicar políticas equilibradas que permitan su control poblacional y mitiguen su impacto sobre la ganadería.
En otros países europeos se han implementado modelos de gestión del lobo basados en criterios científicos, que incluyen el control de ejemplares cuando su expansión genera conflictos graves. Asturias, con su vasto territorio y su historia ganadera, no puede permitirse ser la excepción.
El reto para el Gobierno: actuar o seguir mirando hacia otro lado
El balón está en el tejado del Ministerio para la Transición Ecológica. Ahora que la Unión Europea da margen para que los Estados adapten sus políticas de conservación, toca decidir si se escucha a quienes sufren el problema o si se continúa con una protección que ha demostrado ser excesiva y perjudicial para el campo.
ASAJA ha sido clara: se debe modificar la normativa nacional para ajustarla a la nueva situación europea. No hacerlo sería perpetuar una injusticia con quienes llevan años reclamando soluciones. La coexistencia real no se consigue con decretos que ignoran la realidad ni con medidas de compensación que no cubren ni de lejos las pérdidas económicas y emocionales de los ganaderos.
El lobo seguirá siendo una especie protegida, sí, pero la ganadería también debe ser protegida. Porque sin ganaderos no hay mundo rural, no hay sostenibilidad y no hay futuro. Y eso, aunque algunos prefieran ignorarlo, no es un cuento.