Casa Colasón, en Otur, concejo de Valdés, es una de las ganaderías familiares que apostaron por el cultivo de la faba como alternativa de futuro. Luis Loza, responsable de la explotación junto a su mujer María Isabel Fernández, explica sus inicios. “Llevamos 15 años. Al dejar la ganadería, nos dedicamos más a la faba sin ser una actividad prioritaria”. Para Loza, la faba “toda la vida fue un complemento a la ganadería familiar”. En cuanto a diferencias de los métodos de cultivo y recolección tradicionales con los modernos, Loza destaca que “Antes, la faba se sembraba más junta y a la vez que el maíz y era todo más rudimentario. Ahora se va cogiendo más técnica y hemos avanzado mucho gracias a la maquinaria”. Con dos hectáreas de extensión, en Casa Colasón producen algo más de 1.000 kilos de faba bajo la IGP Faba de Asturias. “Tenemos una hectárea para maíz y otra para faba. Hasta hace muy poco, se seleccionaba en casa, pero es una tarea que da mucho trabajo y ahora confiamos en Campoastur para este proceso. La faba cuesta seleccionarla y eso hay que pagarlo también”, explica Loza, para quien es clave vigilar a diario la plantación. “Hay que estar pendiente todos los días para controlar tanto los insectos como el ambiente. A veces, es más dañina la climatología que los bichos. Si orbaya o hay neblina en una noche mala y luego hace sol, la faba se quema”. En cuanto a comercialización, Loza considera que “la faba que lleva etiqueta IGP se valora más. Es un producto muy bueno, aunque sea más caro porque cuesta más producirlo”, explica. Sobre el futuro del sector, Loza señala que “en el campo, el que quiera comer va a tener trabajo en la tierra porque hay faba, hay ganadería… El relevo está difícil, pero el campo tiene mucho futuro”.