Cinco años después del COVID: Agricultores y ganaderos, héroes olvidados

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Por Juan José Álvarez Alcalde secretario de Organización de Asaja Nacional.

Hace cinco años, España estaba paralizada por el miedo, la incertidumbre y el confinamiento. Las calles vacías, los hospitales colapsados, las familias rotas por la distancia. Pero si hubo algo que no se detuvo fue la producción de alimentos. Mientras el país entero se quedaba en casa, los agricultores y ganaderos salieron al campo cada día, sin descanso, asegurando que las estanterías de los supermercados siguieran llenas y que no faltara comida en ningún hogar.

Se les llamó «sector estratégico». Se les aplaudió, se les reconoció. Eran, junto con los sanitarios, el pilar sobre el que se sostenía un país en crisis. Pero hoy, cinco años después, ¿dónde están esos aplausos? ¿Qué queda de aquel reconocimiento? La respuesta es desoladora: nada.

De héroes a olvidados

Cuando llegó la pandemia, el sector agrario estaba en plena batalla. Protestas en toda España, tractoradas reclamando precios justos, denuncias sobre el aumento de los costes de producción y la falta de rentabilidad. Pero el COVID lo cambió todo. De la noche a la mañana, la preocupación ya no era solo el precio de los productos, sino cómo seguir produciendo en medio de una crisis global.

Hubo que adaptarse a nuevas normativas, restricciones de movilidad, falta de mano de obra. Y aun así, los agricultores y ganaderos no fallaron. No hubo desabastecimiento, no hubo crisis alimentaria. No dejaron de trabajar. Incluso usaron sus tractores para desinfectar las calles de los pueblos.

Pero cuando la situación mejoró, cuando la vida volvió a la normalidad, el campo volvió a ser invisible. El mismo Gobierno que en 2020 hablaba de lo esencial que era el sector, hoy lo ahoga con burocracia absurda, normativas inasumibles y una Ley de la Cadena Alimentaria que no se cumple.

Más problemas que nunca

Cinco años después, lejos de solucionar los problemas que ya arrastraba el sector, la situación ha empeorado. Los costes de producción han subido a niveles insoportables por la inflación, la crisis energética y la guerra en Ucrania. Los fertilizantes cuestan más que nunca, los precios en origen siguen sin cubrir los costes, y la burocracia europea y española sigue asfixiando a los productores. Y, por si fuera poco, siguen llegando nuevas amenazas: los acuerdos comerciales que ponen en jaque a nuestros productos, las exigencias medioambientales desproporcionadas y la falta de apoyo para el relevo generacional.

El campo español no necesita más discursos vacíos. Necesita soluciones reales. Que les dejen trabajar, que se les pague un precio justo, que las ayudas lleguen a tiempo y que la burocracia no sea un muro infranqueable.

Lecciones del COVID: ¿Aprendimos algo?

Si algo nos enseñó la pandemia es que la soberanía alimentaria es vital. Que no podemos depender del exterior para alimentar a nuestra población, del mismo modo que no podemos depender de otros países para garantizar nuestra seguridad energética. Ambas son la base de nuestra estabilidad y de nuestra independencia como sociedad. La agricultura y la ganadería son sectores estratégicos de verdad, no solo cuando hay una crisis. Sin energía no hay industria, sin alimento no hay vida.

Pero cinco años después, parece que los políticos han olvidado la lección. Siguen sin entender que sin agricultores y ganaderos no hay comida, no hay seguridad alimentaria, no hay futuro.

Por eso, hoy, cinco años después del COVID, es momento de recordar y exigir. Recordar quién sostuvo el país en los momentos más duros. Y exigir que se les devuelva el respeto, el apoyo y la dignidad que merecen. Porque sin el campo, no hay vida.

Afortunadamente, en Europa se han dado pasos en la dirección correcta. La Visión de la Agricultura y la Alimentación busca reforzar el papel del sector primario y garantizar un modelo productivo sostenible y competitivo, además se nos vuelve a reconocer como empresarios. Ahora es el momento de que esta estrategia se traduzca en hechos y no en palabras.