Miel El Truébano: “Es difícil producir miel, pero venderla también cuesta”

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Su tío lo inició en la apicultura y de esos primeros pasos, Iván Fernández Marcos junto a su mujer Noelia Collar González han visto en la miel su actividad y forma de vida con 400 colmenas repartidas en varios pueblos entre los municipios de Cangas del Narcea y Allande. “Es algo que aprendí de mi tío, empecé a comprar colmenas y hasta aquí llegamos. Gracias a él, a un amigo y algún curso, llevo el manejo de nuestras abejas y vamos progresando”, explica Iván. En noviembre de 2022 tomó la decisión de hacerse profesional, y desde 2018 ya Noelia compaginaba esta actividad con otros trabajos. Llevan años con ello y finalmente dieron el paso.

Su producción media es de seis toneladas anuales dependiendo del año, que comercializan bajo la marca El Truébano. Son socios de Promiel y están dentro de la recientemente creada IGP Miel de Asturias. “No lo dudamos, estamos en IGP desde que nació y es un sello de garantía y calidad de la miel, tanto para productores como consumidores. Aún es pronto para ver resultados pero confiamos en que en un futuro se valore, de momento incluso hay gente que se sorprende al ver el sello porque no sabía que existía”, nos comenta Noelia. Además cuentan con la etiqueta de la marca Alimentos del Paraíso, “que se valora fuera de la región, especialmente en Madrid”. Su miel es “más densa, más oscura y con un sabor más intenso que otras. Nuestra miel está catalogada como miel del bosque en IGP Miel de Asturias, ya que solo ofrecemos una única miel, la homogeneizamos, siendo de brezo, castaño y roble”, dice Noelia.

La miel El Truébano se vende al por mayor, a tiendas de Oviedo, Gijón y Avilés, así como cuentan con clientes directos. “La comercialización es dura, sobretodo darte a conocer en las tiendas porque hay mucha competencia. Tenemos venta directa a conocidos y personas de los alrededores, pero cuando quieres expandirte es más complicado”, dice la apicultora. “Es muy difícil producirla, pero venderla también cuesta”, afirma Iván.

A esto hay que añadir que la última cosecha “fue bastante baja, no fue de las mejores”. Esto se debe a numerosos problemas para los apicultores, “la meteorología es cambiante, un factor perjudicial para este sector, las estaciones no definidas nos vuelve locos a nosotros y a ellas. Por ejemplo si vienen días de buen tiempo en primavera se ponen a criar, de repente llega el frío y como son muchas en la colmena se mueren, tienes que alimentarlas”, apunta Noelia. A ello hay que sumar los efectos de la avispa asiática y enfermedades como la varroa que obligan a tratar a las abejas.

“Los apicultores profesionales vivimos de la cosecha de miel, y cuando viene escasa, tenemos que sobrevivir, una ayuda económica sería una forma de poder seguir adelante compensando la situación”, comentan, “y cuando una enfermedad se mete en un colmenar te destrozan todo en un momento”.

La apicultura es una actividad que requiere una revisión y vigilancia constante de los colmenares. “Hay que estar todo el día pendiente de las colmenas y también de los cercados eléctricos, porque como dejen de funcionar, puede venir el oso… o puede tirárlas en viento… si las pierdes no hay ingresos. Los osos intentan entrar, pero al estar cercados les cuesta el acceso”, concluyen.

El conocimiento apícola, además de los conocimientos adquiridos también viene de la prueba/error, “así se aprende mucho”.