Los bares/tienda siempre fueron el punto de reunión de los pueblos y zonas rurales. Daba solución a casi todo, ya que contaban con un amplio surtido de productos que sus clientes pudiesen necesitar. Desde alimentación pasando por ferretería, papelería, calzado… Solían ubicarse en un punto estratégico de paso o en el centro neurálgico de la población, al lado de la iglesia, el cementerio, la atención sanitaria o incluso podíamos encontrar varios establecimientos similares en el mismo lugar. Eran tiempos de mucha población y alta natalidad, pueblos vivos en definitiva. Se vivía del campo y algunos lo complementaban con algún sueldo. Esto queda en el recuerdo. El panorama actual de algunos pueblos, dista mucho de aquellas imágenes de antaño que nos vienen a la cabeza.
La Casona, en Belén de La Montaña (Valdés) es un ejemplo de ello. Aunque tienen datos de que en 1934 finalizó la obra de la construcción de la casa en la que está ubicado este bar/tienda, saben que el negoció en el bajo del edificio estaba ya funcionando antes. Después de regentarlo sus propietarios, pasó a la familia de su actual arrendatario, Ramón Eugenio González Suárez. Primeramente un tío, después su padre y después su madre y él fueron y son el alma del establecimiento. Él hace memoria y recuerda que había tres establecimientos similares en la zona. “Era el lugar de reunión del pueblo, la gente hacía vida aquí, era el lugar de reunión, para tomar algo y donde se compraban los comestibles. Ahora no hay gente, bajó mucho la población. Cerramos tempranísimo, antes de la pandemia poco y ahora nada”, explica.
Estar al lado del Centro de Salud, facilita que los días de médico tenga algún cliente más de lo habitual. La Casona está en el centro neurálgico de Belén, al lado de la iglesia, el cementerio, el centro sanitario y el albergue. La hora de la misa de los domingos también se dejan caer más clientes, al igual que los cazadores, de los que es punto de encuentro. Las actividades que se organizan en la zona como concentraciones de motos o de coches clásicos “también repercute positivamente, pero el problema es el día a día para mantener la puerta abierta”.
Las grandes superficies y las tiendas de las cooperativas también han quitado clientela a la parte de tienda. “Bajó mucho, hay menos población y lo que seguimos manteniendo es la clientela de los productos para las matanzas, tenemos muy buena marca de pimentón y la tripa. En esas cosas no se cambia y se mantiene lo de toda la vida”, afirma Ramón, “y aquí se siguen juntando los pocos chavales que quedan para tomar unas cervezas”.
De momento él espera poder llegar a la jubilación en ‘La Casona’. “Dijeron que iban a bajar los impuestos, pero nada y tenemos menos venta, menos clientes, la luz y la seguridad social cuesta más… además de la renta, ya que estoy de alquiler. El problema es que ya no quedan negocios en los pueblos. Aquí de Setienes a Villayón hubo en su día 14 bares, bares tienda en su mayoría, ahora quedamos nosotros”, explica.
Cuando abre el albergue de Belén, sus usuarios acuden a La Casona a desayunar, a comprar bocadillos o a hacer compra para cocinar. “Aquí la única posibilidad es la carretera nueva, ya contamos con el proyecto desde hace años, pero no vemos que se vaya a hacer, en 10 minutos nos plantaríamos en Luarca. Sería un gran revulsivo, hay gente que viene una vez y no vuelve por la carretera, estrecha y con curvas”, ve con esperanza.
Y volvemos al recuerdo cuando en el bar se comenta que no quedan jóvenes. “Ahora bajan tres niños al colegio en transporte escolar. Antes bajaban dos autobuses completos. En cada casa había 3 ó 4 nenos y todos marcharon, vienen algún fin de semana y a las fiestas”, explica Jorge Varela, chófer de ALSA jubilado. Lo mismo pasa con la actividad ganadera, “quedan 30 ganaderías de leche, cuando antes había 80, son ganaderías grandes que no encuentran mano de obra”.
En su día La Casona fue un establecimiento de referencia con restaurante que incluso servía bodas. Uno de sus clientes asiduos era Severo Ochoa, que “siempre comía en la misma mesa del fondo, en el último balcón, mirando a Capiecha Martín”, recuerda Ramón. Ahora se limitan a comidas por encargo, en especial el típico potaje.
Las perspectivas de futuro no son alagüeñas. “El turismo rural tendría futuro, porque en la zona hay muchas casas cerradas. Sería una alternativa siempre que nos hicieran la carretera nueva”, incide Ramón volviendo a pedir que tendrían que tener en cuenta la situación de estos establecimientos a la hora de pagar impuestos. De momento, los sábados y domingos, el propio Ramón tiene que ponerse a veces con las cartas para poder jugar la partida.