Ganaderos de Tornín y Santianes exigen soluciones ante los daños ocasionados por el depredador. Son jóvenes, pero ya conocen los rigores de la vida del ganadero. Los hermanos Sergio y Josín González y Juan Esteban son vecinos de Tornín y compaginan sus estudios en Cangas de Onís con ayudar a sus padres en la cría de ovejas y cabras en su pueblo, a solo cuatro kilómetros de la capital del concejo. Pero, en los dos últimos años, otro animal les está quitando el sueño. “Sentimos impotencia. Criar los animales toda la vida para que en una noche, vengan los lobos y nos los maten nos genera mucha frustración. De 18 ovejas, nos quedan nueve”, explica Sergio. “Otros años, ellobo mataba más arriba, pero estos dos años empezó a bajar cada vez más”, señala Josín. Ante el aumento de la población de estos depredadores y sus cada vez más frecuentes ataques en zonas pobladas, Sergio apunta que “no sabemos si es porque se reproducen más o que los sueltan. Ahora se descaran más a la gente y llegan a bajar hasta los pueblos, cosa que nunca habíamos visto”. Según me tiene explicado mi padre, antiguamente, ver un lobo era muy difícil. Nada más que olían el rastro del hombre, escapaban. Ahora hasta pasan por delante de ti”, indica Juan, a quien le llegaron a matar hasta 15 ovejas en una noche. “Teníamos 40 y nos quedan dos: un carnero y una oveja. Y la oveja quedó tan traumatizada que cuando ve a un perro se tira a atacarle”, afirma con humor. “Pero cuando veo a mis animales muertos lo que siento es tristeza y rabia porque, encima de que nos los mataron, solo pudimos cobrar dos. Al no encontrar los crotales, no nos certificaron los daños”, añade. “Nosotros todavía estamos esperando a que nos paguen las que nos mataron los lobos el año pasado”, explica Sergio, quien subraya que “yo lo que quiero es que mis animales vivan, no cobrar indemnizaciones. Además, lo que te pagan no es ni la mitad de lo que nos cuesta criar a un animal”, añade indignado.
Después los ataques, algunas de las ovejas y cabras sobreviven, pero la mordedura del cánido las sentencia. “El lobo, cuando muerde, inyecta unas bacterias en la sangre del animal y, aunque lo cures, crea una hemorragia que hace que sangre más y acabe muriendo”, explica Josín. Para el más pequeño de los ganaderos “no puede ser que el lobo esté matando a la puerta de casa. “Por ponerte un ejemplo, el año pasado a un vecino le mataron todas las cabritas que tenía delante de la cuadra. Otro día, subió con la perra, que estaba en celo, y vinieron dos lobos a cargarla sin miedo alguno al dueño”, detalla. “Tampoco queremos que el lobo se extinga porque existió desde siempre, pero no queremos que nos baje hasta el pueblo”, señala Sergio. “Vale que haya lobos, pero tiene que haber menos porque nos está llevando a la ruina”, coincide Juan.
La caza como posible solución
Según explica Sergio, “solo en esta zona calculamos que haya tres o cuatro lobos. Si contamos todos los kilómetros cuadrados donde se están dando los ataques y su frecuencia, nos da como resultado una superpoblación”. En cuanto al Plan de Gestión del Lobo, los tres jóvenes lo tachan de ineficaz. Una de las posibles soluciones al problema que padecen, pasa por declarar al lobo como especie cinegética como ocurre en algunas zonas de Castilla y León y el País Vasco. “Tiene que haber batidas para controlar la población del lobo”, reivindica Josín. “Si no hay caza para regular la población de las especies, al igual que hacen con el jabalí, esto se infesta de lobos”, apunta Sergio, quien añade que “los corzos y los rebecos casi no se matan y están muriendo de sarna. Hay que eliminar a los ejemplares viejos y enfermos y dejar a los jóvenes para que regeneren las especies porque es la única manera de proteger la biodiversidad y el ecosistema”.
Problemas con el cobro de daños
En la otra orilla del Sella, en Santianes, el lobo también está causando estragos. “Tenía a mis animales justo al lado del pueblo y, en dos semanas, me mataron un carnero y una oveja”, explica Fran Palacio. En cuanto al cobro de daños, Palacio señala que “yo tengo otro trabajo a parte y pedí a la Consejería que me llamaran antes de las once para evaluar daños, porque después estaría ocupado. Me llamaron a las tres de la tarde y no se lo pude coger. Cuando contacté con ellos, el guarda me dijo que si no podía atender a los animales, que no los tuviera. Al final, solo me pagaron 85 euros por una oveja preñada de tres años”, añade con indignación. Para Palacio, “el problema viene de lejos. El año pasado me mataron una potra de 600 kilos y no pudieron certificarme que fuera por ataque de lobos. Si esto sigue así, se acaba toda la ganadería”, zanja el ganadero.