Casa Escribano de La Borra (Salas): “Los pueblos quedarán a bosque”

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A falta de un año para la jubilación, Alberto Pérez Lafuente afirma que su ganadería “se ha quedado un poco estancada” y están en un “impás” mientras vislumbren qué hacer en el futuro. La Ganadería Casa Escribano de La Borra (Salas) es una sociedad conformada por el matrimonio de Alberto y su mujer Pilar Castro Cano junto a su hijo Ricardo Pérez Castro. Se trata de una ganadería de tradición familiar que “teóricamente” cuenta con el relevo de su hijo, pero ante la incertidumbre del sector y la necesidad de profesionalización aún no tienen claro qué pasará a la jubilación de Alberto y Pilar, a los que les falta un año y dos años respectivamente para retirarse de la actividad.

En la actualidad la ganadería salense cuenta con un centenar de cabezas de raza Frisona. “Ahora tenemos pocas en producción porque tuvimos problemas de fertilidad pero normalmente tenemos unas 55/60”, explica Alberto. Cuentan con una sala de ordeño de 10 puntos y son socios de Central Lechera Asturiana, su sistema de manejo se basa en el pastoreo. “Duermen fuera, entran a la estabulación por la mañana para el ordeño y cebar y al ordeño de la noche”, relatan. “Además estamos pensando cambiar de sistema, el pastoreo por un carro mezclador unifeed, nos ahorraría trabajo y evitaríamos la variación de producción, que en primavera tenemos en los 32/33 litros de media y ahora puede bajar a los 25 litros”, explica Alberto.

Cuando se ordeñan los animales reciben una ración de hierba, alfalfa y pienso, pero generalmente también silo de maíz, ya que aún les quedan 15 días para poder incorporarlo. Con respecto a la maquinaria para las labores del campo “hay que renovar, invertir y nunca sales de pagar, y si no renuevas dan averías”.

El problema de esta familia ganadera es que en La Borra aún no se ha realizado la concentración parcelaria. “Terreno para el pasto de las vacas sí tenemos, pero en Salas las fincas están muy demandadas y tenemos que sembrar maíz incluso en Soto del Barco”, afirma Pilar. Actualmente en el pueblo quedan dos vecinos, ellos y otro ganadero con Asturiana de los Valles, pero la falta de fincas es otra de las complicaciones a las que tienen que hacer frente.

Con respecto a la situación del sector, Alberto es pesimista ya que “no ves que nadie se incorpore de otro sector, lo que refleja que las cosas no van bien”. Pilar por su parte manifiesta alegría de cara a la cercana jubilación de ambos. Confían en que su hijo mantenga la ganadería pero opinan que “él solo no podría hacerse cargo de todo, habría que modernizar las instalaciones y los precios son los que son, los de hace 30 años, y tampoco llega para subcontratar los trabajos”, manifiesta Alberto.

Entre ellos y su hijo llevan la ganadería y los trabajos que conlleva, pero reconocen que la edad no perdona, “ya rindes menos hasta en el tractor”, confiesa Alberto. “A ver hasta dónde se puede llegar”, comenta esperanzado, “y otra posibilidad para que el hijo mantenga la ganadería familiar es quedarse con menos animales”.

Tras sufrir problemas de tuberculina y sacrificar alguna vaca, quedaron con poca recría. “Ahora tenemos un gran bajón de producción, y deberíamos comprar, aunque no es lo habitual en nuestra granja, sería hacer frente a esta situación para mantener cifras”, afirma Alberto. “Si la leche se cobrase a 0,45 daría para todo, los ‘xatos’ se venden en menos de hace 40 años y el resto subió todo, veterinarios, gasoil…”.

Recuerdan que en La Borra antes eran seis vecinos “y en todas las casas había vacas. Ver los pueblos de diez años para acá es increíble, la tendencia será ver todo bosque, parece que quieren que todo quede para el jabalí y el lobo”, concluyen. “Es lo que hay, no pinta bien, la realidad es la que es”.