Entrevista a Elías García Pérez, ganadero, guarda y propietario de casas de turismo rural en Monón (Allande)
Que las Administraciones definan correctamente ‘rural’ ante el desconocimiento para ofrecer lo que realmente se necesita en zonas desfavorecidas, bonificaciones en los impuestos, buenas comunicaciones, servicios y dignificar desde la educación el trabajo en el campo son algunas de las propuestas de un hombre que decidió regresar desde la ciudad a su pueblo natal hace dos décadas
A veces las circunstancias nos llevan a dar un giro radical en nuestras vidas. Harto de una vida laboral urbana en el sector hostelero, Elías García Pérez decidió pasar página y regresar desde Gijón a la tierra que lo vio nacer, Monón (Allande), a sus raíces, para vivir de lo que el propio territorio le ofrecía. De esta decisión hace 21 años y se muestra satisfecho y orgulloso de haberla tomado, feliz con la vida que lleva junto a su mujer, Laura, su gran apoyo y con la que ha alcanzado la tranquilidad que ambos buscaban en un entorno rural, con calidad de vida y donde a día de hoy, con mucho trabajo, disfrutan de lo que han conseguido con los años. Ganadería de carne en ecológico, turismo rural y que Elías es uno de los guardas del coto de caza han conformado el puzle perfecto. Con su presencia en un pueblo que actualmente cuenta con seis habitantes han contribuido a crear una asociación de vecinos con más de un centenar de socios, que colaboran en labores para que la aldea se mantenga viva. Un claro ejemplo de que querer es poder aunque las medidas que desde las administraciones pondrán en marcha para paliar el despoblamiento, Elías opina que a su zona “llegan tarde”.
-¿Por qué hace 21 años decide regresar a Monón?
-Nací en Monón y estuve aquí hasta los 14 años. Por aquellos tiempos se vivía de la ganadería y agricultura de autoconsumo. A esa edad me mandaron a estudiar a Gijón, hice Formación Profesional, y empecé a trabajar en hostelería, fui evolucionando y adquiriendo responsabilidades. Ya con 36 años junto a mi mujer, decidimos volver al pueblo y cambiamos totalmente de vida. Laboralmente estábamos bien, pero hartos. En principio vinimos a mi casa, y como necesitábamos algo para vivir empezamos con ganadería de cabras, pero fue solo un año y medio, ya que daban mucho trabajo y poco rendimiento. Si todo el mundo tenía vacas era por algo, y nos pasamos al ganado de carne.
-¿Cómo fue la evolución de su vida en Monón?
-Tenemos la parte de ganadería con producción ecológica, Ganados Corral, 62 madres y en total 120 animales en la explotación teniendo en cuenta novillas y toros. Además soy uno de los guardas del coto de caza de Allande. Por otra parte siempre tuvimos en mente el turismo rural. En principio vinimos para mi casa familiar, y posteriormente compramos una casa para comenzar con nuestro proyecto. Empezamos con una casa de aldea compartida, Teniendo en cuenta que estamos a 20 kilómetros de Pola de Allande o Berducedo, si el cliente lo requiere damos el servicio completo de desayuno, media pensión o pensión completa. Posteriormente arreglamos otra casa con capacidad para ocho personas, que alquilamos tanto por habitaciones como casa completa. Después hicimos el bar, que realmente ha pasado a ser el centro social y de reunión del pueblo. Finalmente arreglamos otra casa de cuatro o cinco plazas. Todas son casas de aldea con tres triqueles y ofertamos 19 plazas de alojamiento.
-En cuanto a su ganadería, ¿cómo comercializan?
-Cebamos todo lo que producimos. Vendemos a particulares y a cárnicas Hicor. Ponernos la carne en cualquier punto de España envasada al vacío, ultra congelada, fileteada y etiquetada.
-Tras dos décadas de su decisión ¿qué valoración hace?
-Cuando regresé, el pueblo ya estaba muy en declive. Gracias a que rehabilitamos las casas para turismo rural los descendientes de las familias del pueblo se fueron animando, se creó la asociación que cuenta con 120 socios. Monón tenía siete casas habitadas, con familias muy largas cuyos miembros se fueron en los años 60 la zona centro de Asturias, pero cuya descendencia continúa viniendo.
-¿Qué opina del despoblamiento?
-El despoblamiento viene de largo. El problema es al principio la gente se fue marchando, pero ahora no hay recambio generacional. La media de edad en la zona está en más 70 años y la gente joven se va. Si no se invierte la tendencia, estas parroquias tienen 10 o 15 años de vida salvo raras excepciones.
-Con su vuelta al pueblo, ha contribuido a que siga con vida y actividad.
-Nuestra vuelta al pueblo fue un punto de inflexión. Se rompió la tendencia, nosotros volvimos, pero no volvió nadie más. El pueblo mejoró físicamente y estamos unidos, la gente se implica. A través de la asociación incluso recuperamos la fiesta después de 30 años, San Jorge, el sábado de Semana Santa. Y también celebramos La Mayega, sembramos trigo comunalmente para el pueblo y se celebra en agosto. Hay vida, los vecinos habituales hacemos lo que podemos, pero la gente que está fuera y en edad de trabajar, ayuda y se encuentra a gusto aquí. Y el bar es el lugar de relación social que vertebra todo.
-¿Cómo van de nuevas tecnologías?
–Tenemos telefonía fija e internet vía satélite, es muy caro en comparación a la ciudad, funciona relativamente bien. No tenemos cobertura de móvil. Atendemos las reservas de las casas rurales a través de los portales de internet, del teléfono fijo y nuestra hija atiende las llamadas al móvil desde Gijón. Las comunicaciones son un problema, la telefonía es fundamental. No sé cómo quieren fijar población.
-¿Se llega tarde frente al despoblamiento?
-Sí, se llega tarde. La solución sería que descendientes de los vecinos del pueblo hiciesen retorno porque viesen una oportunidad o incluso el que no tenga nada que ver con el pueblo. El futuro está totalmente ligado al territorio, no puedes vivir aquí y trabajar fuera, el que venga tiene que vivir y buscar su forma de vida e ingresos aquí.
-¿Qué solución puede existir?
-Hay que empezar por definir rural y después analizar los municipios. Allande por ejemplo tiene 123 aldeas, esto es rural. No puedes tratar igual al que vive en Monón al que vive en Grado. Las dificultades crecen según te alejas del centro. Más que ayudas, a las que en ocasiones les veo mucho de oportunismo, necesitamos que no nos pongan trabas. Darán ayudas por tener hijos, aquí nadie los va a tener, la media de edad supera los 70 años, es una ayuda para la galería, y hay un gran desconocimiento de lo rural. Lo que tendríamos que tener sería bonificaciones en impuestos. Por ejemplo, nuestro bar no tendría que pagar los mismos impuestos que un bar de Oviedo, o en nuestro caso creamos a partir de abril un puesto de trabajo para las casas rurales. Aquí estamos pagando por las tres casas 1.400 euros de IBI anualmente. Como son casas restauradas el valor catastral que se les asignó fue el del proyecto mientras que una casa del pueblo paga entre 50 y 70 euros anuales. Coger una casa en ruinas y ponerla atractiva para el turismo rural requiere una inversión grande. La Administración podría hacer mucho más con los impuestos.
-¿Qué ventajas tiene vivir en Monón o una zona rural como esta?
-Estamos aquí porque queremos y consideramos que las ventajas son superiores a los problemas. Tienes una calidad de vida que no da la ciudad, vivir aquí cuesta menos siempre y cuando trabajes, eres casi autosuficiente y comes sano, productos de tu huerta, carne y embutidos de animales que crías y es económicamente rentable. Cuando voy a un supermercado miro los lineales, no veo comida real, veo productos procesados y somos lo que comemos. Evidentemente para vivir aquí tiene que gustarte. La tranquilidad es otra de las ventajas. Aquí en cierta medida, eres dueño de tu tiempo, pero el trabajo no se hace solo.
-¿Dónde acuden al médico?
-El centro de salud está en Pola de Allande, hay buen servicio, si se tiene que desplazar el médico lo hace, y el hospital de Cangas de Narcea está a 45 minutos. No lo veo un problema, únicamente una persona mayor muy delicada estaría mejor en una ciudad cerca del centro sanitario. Pero aquí tenemos calidad de vida y hay mayores que incluso teniendo oportunidad de ir con los hijos, prefieren quedarse.
-¿Cuándo nació el último niño del pueblo?
-Hace unos 30 años que no hay nacimientos en el pueblo, y esa niña se marchó pronto. En la parroquia hay una niña en El Caleyo y había otra en El Rebollo, pero la familia se fue a vivir a Cangas del Narcea, por el tema del transporte escolar. Al colegio pueden ir a Pola de Allande o Berducedo y para la ESO tienen que ir a Pola de Allande. No hay transporte escolar para primaria, a veces dan una ayuda para que tú los lleves, pero es irrisoria. No puedes pretender que venga la gente joven, que es la que puede tener futuro, si no tienen ni transporte escolar.
-¿Qué opina de los incendios?
-Aquí en Monón lleva viviendo gente desde hace siglos y no tuvieron los problemas de grandes incendios que existen ahora. No se quemaba un castaño o roble, aquí se vendió mucha madera. La gente de los pueblos ‘prendían’ fuego en invierno al matorral, precisamente para prevención de incendios y para hacer pastos para el ganado. El matorral es improductivo, de vez en cuando hay que renovar, hay que hacer desbroces, pero en estas laderas hay mucha piedra, ninguna máquina entra. El paisaje del que disfrutamos lo consiguieron los paisanos sin tractores, con sus manos y el fuego, una herramienta importantísima bien utilizada. Está prohibida cualquier quema, hay que solicitarla a los servicios forestales, te las aprueban, las planifican y viene un equipo, pero quedan mal hechas o no las hacen porque el día que puede ser, no se pueden hacer. La gente pasa de solicitar quemas controladas. Tenían que dejar a la gente de los pueblos hacerlas en invierno, bajo su responsabilidad. En estas zonas el fuego debe utilizarse como herramienta de conservación. No todos los fuegos son incendios, ni todos los incendios son forestales.
-¿Cómo ve el futuro?
-En 20 años aquí no queda nadie y el final de estos pueblos si no cambia la tendencia es el fuego. En el momento que queden despoblados… nadie limpiará el pueblo y la vegetación lo invadirá, el día que venga el fuego, por un rayo, un pirómano o un cable de alta tensión, se quemará. Ahora mismo no hay futuro, no hay gente joven en los pueblos, los jóvenes son los que tienen capacidad de planificar, trabajar, tener una familia… Hay que hacer atractivo el pueblo para que venga gente joven, ofrecerles buenas comunicaciones, y desde la escuela dignificar el trabajo del campo, que los jóvenes viesen el pueblo de otra manera. A nosotros no nos hay que convencer, estamos convencidos. Aquí hay trabajo, en ganadería, sector forestal… habría que diversificar. Nos llenamos la boca con la despoblación, con el comercio de proximidad, con la huella de carbono… y estamos malviviendo con sueldos pequeños en grandes ciudades, mientras que en los pueblos se puede vivir dignamente.