Soledad Santos y su marido, Alfonso Cueto, llevan todo una vida dedicada al ganado vacuno. En sus inicios, y durante 28 años, de actitud lechera. Raza que declinaron por Asturiana de los Valles y de la Montaña. “Tuvimos vacas muy buenas”, resalta Cueto. En su casa, en La Cobertoria, municipio de Nava, albergan con orgullo más de 400 trofeos procedentes de concursos regionales y nacionales que desde 1980 distinguieron sus vacas, “siempre nacidas y criadas en casa”. Hoy, ya jubilados, han pasado el testigo a su hija, María del Pilar Cueto que mantiene las razas Asturiana de la Montaña y Asturiana de los Valles.
“Muchas familias salieron adelante con la leche. Las vacas ‘roxas’ valen menos que hace 25 años y el pienso está tres veces más caro”. Así comienza Alfonso Cueto su relato, con una base de 53 años de experiencia en el sector. Siempre trabajó mano a mano con su mujer, Soledad Santos, titular de una explotación de vacuno que en sus inicios era de actitud lechera en el núcleo de La Cobertoria, concejo de Nava, y que llegó a contar con hasta 147 animales.“En la ganadería ella -con más de 37 años cotizados a la Seguridad Social- siempre trabajó más que yo”, reconoce Cueto.
“Mi padre siempre dijo que el trabajo salía de las manos”, relata. Y es que, después de la jornada laboral fuera de la granja y en días libres Alfonso enfundaba el mono y se entregaba al ganado, “que antes daba dinero” y que ayudó a subsistir una economía familiar cimentada con seis hijos. Él comenzó de niño, a los 10 años -“solo pude ir a la escuela seis meses”- ayudando en casa. Para ir componiendo su ganadería le pidió el dinero al progenitor para comprar una vaca, que tan pronto como obtuvo devolvió.
“Todo lo que tenemos salió de las vacas. Lo sacamos con mucho trabajo y esfuerzo”, resalta Soledad, que recuerda las jornadas interminables en la cuadra, sumado al cuidado de la casa y los niños, tiempos en los que ha vivido épocas más florecientes así como otras de mayor dificultad. Estamos ante la heroicidad femenina de la que hoy tanto nos hacemos eco pero que antes sólo se entendía como la incesante lucha para sacar a la familia adelante. Lucha que se denota en sus piernas, victimas de horas y horas de labores.
Relevo
Su hija, María del Pilar Cueto, es hoy la titular de la explotación, y mantiene las razas Asturiana de los Valles y de la Montaña. “Nosotros fuimos los primeros ganaderos del concejo de Nava que nos inscribimos en la Asociación Española de Criadores de ganado vacuno selecto de la raza Asturiana de los Valles (ASEAVA)”, explica Soledad.
El matrimonio disfruta de una más que merecida jubilación, aunque eso no los mantiene alejados de los animales, que más que una forma de vida es su pasión: “es que yo solo sé de dos cosas, de la caza y de vacas”, ríe Alfonso.
“Tuvimos muy buenas vacas”, apunta Alfonso. De hecho, en 1994, de su ganadería salió la novilla campeona, Gallarda, en el Concurso Nacional de la raza Asturiana de los Valles en Cangas del Narcea, y así suma más de 400 distinciones por concursos regionales y nacionales que desde 1980 los vieron desfilar y a los que hoy aún acuden, pero siempre con reses nacidas y criadas en casa, “no de talón, compradas”, subraya orgulloso Alfonso, quien cuenta con el apoyo de su nieto, Pedro Lozana, al que le transmitieron esa afición por la vaquería. Estudiante de Ingeniería Forestal en Mieres afirma que “si pudiera vivir de esto con seguridad, no lo dudaba y continuaría con la ganadería. No descarto esta opción pero no es mi prioridad; no es rentable”.