Los tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres de Manuel Suárez Iglesias se dedicaron a la ganadería en el pequeño pueblo de Villaluz, en el concejo de Tineo, donde él, a sus 62 años, y en compañía de su mujer, María Luisa Miguel –ambos titulares-, continúa dedicando su vida a las vacas de leche, con la ayuda de Moisés, que a sus 18 años, se convertirá en la sexta generación de ‘Casa Manolín’, cuando se incorpore el próximo año. Toda una saga de ganaderos, con el futuro asegurado, aunque las dos hijas del matrimonio, Lorena y Jessica, han elegido otro camino laboral en sus estudios. Por su parte, la abuela de la casa, María Paz, sigue ayudando con pequeñas labores a sus 91 años, como sacar a las vacas al pasto, todos los días del año.
“Mis tatarabuelos también nacieron aquí, fueron de los primeros habitantes del pueblo, y siempre nos dedicamos al ganado”, relata Manuel, que se crió desde muy pequeño entre las labores del campo. “Recuerdo que teníamos siete vacas de carne y una pareja de bueyes. Después empezaron a comprar frisonas, y nos pasamos a la leche”. Cuando se incorporó, apenas llegaban a 20 animales, y hoy tienen 97 en ordeño, más las secas y novillas. “En total, unas 170”. “Antes se trabajaba de sol a sol, y ahora todavía más. Nos levantamos antes del amanecer, y salimos de la cuadra de noche”. Entregan la leche a Danone, quien los premió en 2017 con un premio de Calidad y Seguridad Alimentaria. Reciben 335 euros por tonelada de leche –más calidades- y sus animales producen entre 31 y 33 litros por día, algo más de 3.000 litros al día.
En ‘Casa Manolín’, dónde estaban ensilando el día que los visitamos, utilizan un carro propulsado que mezcla el alimento: 17 kilos de raigrás, 15 de silo de maíz, y 12,2 de pienso que adquieren en Campoastur. Además, las vacas salen cada día al pasto, a las fincas que rodean ‘Casa Manolín’. Subcontratan el trabajo de campo, para hacerse cargo de unas 45 hectáreas de terreno -para maíz y raigrás, de forma rotativa-. Manuel se dedica a las labores de la explotación, y María Luisa al ordeño, que realizan en una sala de diez puntos en paralelo. Estos días, tiene ayuda, porque sus hijas Lorena y Jessica están de vacaciones, y también arriman el hombro en casa. Además, Moisés también colabora en los trabajos diarios, ya que representa el relevo generacional, aunque Manuel no tiene ganas de jubilarse. “Trabajo sobra, y mientras el cuerpo aguante aquí seguiremos. Somos una familia numerosa y hay que esforzarse”. En ocasiones contratan un obrero a tiempo parcial, “aunque es difícil encontrar a gente válida, sobre todo para el ordeño”, una tediosa tarea que lleva hasta cuatro horas al día. “Los que vienen a hacer sustituciones sí están especializados, pero encontrar una persona para continuo, es mucho más complicado”.
En cuanto a la genética, forman parte de ASCOL, y utilizan semen de toros sexados, canadienses o norteamericanos, además de algunos belgas y charoleses. En ‘Casa Manolín’ no piensan, por ahora, en ampliar la cabaña, “porque cada vez que pedimos un plan de mejora exige un mayor número de vacas, y estamos casi al máximo”. Una vez que Moisés se incorpore, sí se plantearán una mejora e inversiones, “pero habrá que ver si rentan, porque los precios no suben, pero los gastos sí”. Una posibilidad es instalar robots de ordeño, pero por ahora, el único robot que tienen es un Lely Discovery, que limpia las parrillas de estiércol y de paso, evita problemas de patas y ubres. También han valorado la posibilidad de colocar collares identificativos a sus vacas, para obtener más información de cada animal, para detectar enfermedades o problemas al primer momento. También sustituirán próximamente las colchonetas de los cubículos. Mejoras a las que sumará la incorporación de Moisés, que el próximo año realizará el correspondiente cursillo. “Esto es lo que conozco desde que nací, y me gusta. Quiero quedarme en la ganadería” afirma el joven.
Manuel recuerda que un año participaron en el concurso de Tineo, “con buen resultado, pero da mucho trabajo, y tampoco cuidamos la genética para concursos”. Todos los aspectos clínicos están en manos del Centro Veterinario de Tineo, mientras la cuestión de la mamitis, la vigilan a través del Centro de La Espina, un servicio que reciben a través de Danone, quien ofrece esta ventaja a sus clientes.
Sobre el futuro, Manuel no es demasiado positivo. “Todo avanza muy rápido, requiere fuertes inversiones, y si algún día no pueden seguir, las naves no tienen ningún valor. Esto no tiene otra salida que la ganadería, y la burocracia es tan farragosa, que a veces ni siquiera merece la pena pedir una subvención para comprar maquinaria”. Por ejemplo, para adquirir un tractor, tendrían que comprar 8 o 10 vacas más, “y no renta”. Todo dependerá de la incorporación de Moisés. Pase lo que pase, Casa Manolín, con su panera y su pozo, construidos por el abuelo de Manuel, piedra a piedra, seguirá en pie muchas más generaciones.