Reconoce que al principio tuvo sus dudas, aunque “siempre ayudé a mi padre, yo no estaba de ello, venía de otro sector”, pero con el apoyo incondicional de su familia se decidió a asentarse, y ahora considera que la decisión de labrarse un futuro en el campo fue la correcta. Sabe que en este oficio no hay horarios, aunque depende de la época del año en que se encuentre tiene más o menos trabajo. Tampoco se queja, aunque cada cosecha es un reto porque se depende de las condiciones climatológicas, “vas a tu ritmo, te evades mucho”.
La siembra, de manera convencional, como le enseñaron sus progenitores, Antonio y La Nena, quienes laborearon fabas “toda la vida”. A su madre “le presta mucho” que su hijo se dedique “a una cosa que ella hizo en su día, en la que ayudaba a mi padre”. El procedimiento: “abonamos con cucho de vaca, como antaño, no utilizamos fertilizantes ni pesticidas, y empleamos siempre nuestra propia semilla, de la producción escogemos la mejor para sembrar”, destaca, y nos explica que la infraestructura que utilizan es en emparrado con postes de madera, en las dos cabeceras, y alambre. La planta se entutora en cuerda, “pueden ser unas 20.000”, lo que les facilita la faena en la recogida ya que sólo trabajan la legumbre en seco. “Cuando madura la faba vamos cortando el piño entero. Con lo que corto el tutor arriba y abajo, y para el remolque”. Posteriormente, se cuelga en una nave de secado, de unos 100 metros cuadrados, y una vez listas, “tiras de la cuerda y dejas sólo la ‘cajina’ para deshacerla con una máquina”, explica el novel agricultor. Una vez limpia, la alubia se maneja toda a mano, seleccionando la de primera y segunda, y desechando la manchada.
Futuro
Luis Antonio ha conseguido montar, “con fondos propios, sin ningún tipo de ayuda económica”, un negocio desde la raíz: la tierra, con visión de futuro. Prevé la ampliación de la extensión al doble la próxima campaña e iniciarse en la producción de verdina, aprovechando la nueva marca de garantía ‘verdina de Asturias’, vinculada al Consejo Regulador de la IGP Faba de Asturias, con 3.000 metros cuadrados de superficie. “Es una prueba para nosotros. En esto hay que ir creciendo poco a poco. No se puede plantar mucho el primer año y no tener cómo distribuirlo. El crecimiento tiene que ser paulatino”. Además, construirá un segundo invernadero para el secado, de 200 metros cuadros.