Las cuatro comunidades de la cordillera Cantábrica (Asturias, Galicia, Cantabria y Castilla y León) contabilizaron el año pasado un total de 41 osas (35 en la subpoblación occidental y 6 en la oriental) con 73 crías (64 en occidente y 9 en oriente), una vez finalizado el censo que los gobiernos de estas autonomías elaboran anualmente.
De las cifras globales, 27 osas y 50 crías se ubican en la zona occidental de Asturias y 8 osas y 14 crías en la de Castilla y León. En la zona oriental están censadas 6 osas  y 9 crías. De estas últimas, 4 osas con esbardos se han observado en Palencia, una en León y otra en Cantabria.
El último censo refleja la existencia de una osa y 6 crías más que en 2016. Además, si se analiza la evolución de los registros en el periodo comprendido entre 2000 y 2017, se confirma la consolidación de la población de hembras y esbardos, con un ligero incremento de la subpoblación occidental y un escenario demográfico mucho más incipiente, pero estable, en la oriental.
La estimación global de la población osera es mucho más complicada, dado que se trata de una especie de amplio espectro de distribución, forestal y esquiva.  Para realizar el cálculo, se usan técnicas como el seguimiento directo, los estudios genéticos de restos localizados al azar o los sistemas de captura de pelo, así como el análisis de índices específicos en muestreos dirigidos.
Con los datos globales de 2017 y la media de los últimos seis años, se estima que la población de oso pardo en la cordillera se sitúa en una horquilla de 230 a 270 animales. De ellos, entre 190 y 230 corresponderían a la subpoblación occidental y, al menos 40, a la oriental.
La metodología para analizar la tendencia demográfica de las poblaciones se centra en el seguimiento de las unidades familiares, las osas con crías del año, dado que su fácil detectabilidad, menor área de campeo y sus hábitos diurnos permiten obtener unos datos más precisos que se pueden comparar anualmente.

 

Métodos de seguimiento

Mediante observación directa (a través de telescopios para evitar interferir con los animales) se diferencian los grupos familiares (tamaño y manchas características de las hembras y de las crías, número de animales, defectos físicos, etc.). Los resultados obtenidos, una vez desechadas las repeticiones y las informaciones no confirmadas, ayudan a establecer el número mínimo de osas con crías, así como su evolución. Las cuatro comunidades de la cordillera coordinan anualmente sus acciones para ofrecer resultados de este conjunto poblacional en el territorio.
Los técnicos de las cuatro administraciones y sus respectivas guarderías realizan el trabajo de campo, junto con los equipos de la Fundación Oso Pardo (FOP). Además, cuentan con el apoyo de otras oenegés dedicadas a la conservación de esta especie, como la Fundación Oso de Asturias (FOA), la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León y el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), así como del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. También colaboran la guardería de campo de los cotos regionales de caza, asociaciones de cazadores, naturalistas, montañeros y habitantes de las zonas oseras, que cada día se sienten más vinculados a la conservación de los plantígrados.
En Asturias, el Servicio de Espacios Protegidos y Conservación de la Naturaleza y la Patrulla Oso de la Guardería del Medio Natural de la Dirección General de Biodiversidad asumen la mayor parte del trabajo.
En las labores de campo, además de la observación directa, que incluye la toma de fotografías y videos cuando es posible, se utilizan las huellas de los diferentes grupos familiares, así como técnicas de  fototrampeo.
Los censos se concluyen siempre al año siguiente, después de la época de celo, cuando las madres expulsan a los esbardos del grupo familiar y entran nuevamente en relación con los machos.